C'est moi



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domingo, 22 de marzo de 2009

Historias sin fin

Esto que llamamos vida no es más que un largo proceso que algún día, se supone, hemos de terminar. Sin embargo, últimamente me he preguntado si en verdad terminamos el proceso o si, más bien, se interrumpe en cierto momento sin que podamos hacer algo al respecto, más que dejar detrás gran cantidad de sueños, metas, propósitos y planes. Decidí que, cuando llegue mi momento, me gustaría no dejar “asuntos pendientes” y poder dejar un proceso completamente terminado tras de mí. Creo que las personas que logran abandonar la vida de esa forma son verdaderamente afortunadas, aunque, en realidad, no creo conocer a una sola de ellas. Los seres humanos, a lo largo de nuestra vida, nos dedicamos a planear y anticipar todo lo que queremos lograr y hacer en el futuro cercano y más lejano… y creo que eso es parte de nuestra esencia. A mí me encanta soñar y hacer planes, es mi forma de vivir y, a veces, un incentivo para esforzarme por lo que verdaderamente quiero lograr.

Pensando sobre esto, descubrí que en ese largo proceso llamado vida, hay muchos procesos más pequeños que se suceden unos a otros, que se traslapan, algunos quedando concluidos y otras más, interrumpidos. Las relaciones personales que establecemos son parte de esos micro-procesos en los que nos involucramos a lo largo de nuestras vidas; si se interrumpen, generalmente, quedan cosas pendientes: el viaje que nunca hicimos con el amigo al que dejamos de ver, el café que nunca tomamos con la amiga con la que discutimos, la fiesta a la que no fuimos por dejar de frecuentar a cierta persona… Y, para variar, no podía faltar el tema del amor. Cuando una relación (corta o larga) termina, siempre quedan cosas pendientes, siempre habrá cosas que interrumpir y, no hay alternativa, hay que aprender a vivir con eso. Y esa es la parte verdaderamente complicada.

Los dos últimos fines de semana han sido mi prueba más dura y mi confirmación de que tengo razón en cuanto a aquello de las interrupciones. Un concierto, un viaje; planes que se gestaron muchos meses atrás y que ahora veo pasar frente a mis ojos estando completamente al margen de la escena. Podrá parecer tonto, la gente podrá decir “déjalo ir y vive tu vida”, pero es imposible deshacernos del gen masoquista que gusta de hacernos pensar “ahorita estaría en…”. Y, para complicar más las cosas, dentro de todo el masoquismo, también entra la parte de preguntarse si la otra persona está pensando lo mismo, si nos está imaginando en el lugar que ocupa su amigo y si está figurando una escena diferente en la que todo es feliz.

Sin embargo, estoy convencida de que todo es parte de un aprendizaje. Poco a poco los planes interrumpidos se disuelven en la memoria y nos olvidamos de sufrir por ellos. Poco a poco, el dolor es menor y la vida retoma su curso normal, cada uno por su camino. Poco a poco dejamos de imaginar mundos paralelos en donde el arco sigue intacto. Poco a poco dejamos de pensar y de sufrir y volvemos a vivir verdaderamente, dejando de fingir ante el mundo que lo hacemos y que caminamos con la cabeza en alto. Algún día, cada vez más cercano, habrá nuevos sueños que perseguir, nuevas vidas que compartir y nuevos planes para organizar. Mientas tanto, podemos vivir al día, gozar los momentos que no nos han arrebatado de las manos, y disfrutar de una sonrisa esporádica, causada por alguna trivialidad, que nos ayuda a comprobar que algo terminó, pero la vida sigue y muchas cosas más están por comenzar.

2 comentarios:

  1. Nadie puede morir sin dejar pendientes. La vida es una mierda o una maravilla, pero afortunadamente no dura por siempre

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  2. Ajá! Vivimos a la expectativa. Siempre. Esperamos el fin de la clase aburrida, el próximo viernes, las próximas vacaciones, la maestría, nuestro primer salario... la muerte. Y como tú dices, eso nos ayuda a esforzarnos en aquéllas cosas intermedias que están entre el punto en el que estamos (eterno presente) y el punto al que queremos llegar (futuro que cada vez es más cercano y que, mientras más lo esperabas, más rápido sucede cuando se vuelve tiempo presente). Solución: seguir viviendo planeando y esperando. Uno debe tener ideas y metas, pero no puede limitarse a ellas; ahí entran las famosas "sorpresas" de la vida. Pueden ser, y parafraseo al comentarista anterior, una mierda o una maravilla.

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