C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

sábado, 2 de abril de 2011

El favor de la soledad

Mis fobias, además de la aracnofobia, se pueden resumir en el miedo a la ausencia. Le tengo terror a la oscuridad (ausencia de luz), al silencio (ausencia de ruido) y a la soledad (ausencia de compañía). No importa a dónde entre, siempre llevo la mano por delante buscando el apagador para encender la luz antes de que mis ojos se encuentren con el negro vacío de la habitación. He llegado a la conclusión de que la causa de que me cueste tanto trabajo quedarme callada es la desesperación que siento al escuchar el silencio; por ello, si no hay plática, ruido, gritos o música de fondo, prefiero abrir la boca y romper con ese vacío silencioso, tan amado por muchos.

Hablando de la soledad, en realidad nunca me ha gustado. Recuerdo un recreo en la escuela, cuando iba en segundo o tercer año de primaria, en el que, por haberme peleado con mis amiguitas, tuve que pasar esos treinta minutas sola y comer mi lunch sin alguien con quien platicar enfrente. Imaginen el tamaño del trauma que hasta hoy, más de diez años después, recuerdo la profunda tristeza y desesperación que sentí en esos momentos. Repito, nunca me ha gustado la soledad.

No obstante, hay ciertos momentos en la vida, frecuentes en cierta forma, en que llegamos a sentir una imperiosa necesidad de estar solos, de alejarnos del mundo y no quedarnos más que con el ruido que traemos en la cabeza, el cual parece ser suficiente como para hacernos sentir en un concierto masivo. Muchas veces es necesario, y hasta sano, hacer una pausa en el reloj que avanza a la velocidad de la luz, mandar todo al diablo, sentarnos en nuestro lugar de preferencia con nuestra bebida favorita en mano y no buscar la compañía de nadie por un rato. Sin embargo, en este mundo que corre a pasos agigantados y que insiste en obligarnos a seguirle el ritmo, ¿qué tan fácil es encontrar ese ratito? ¿cuántos de nosotros podemos verdaderamente desconectarnos para estar solos?

Por el momento tuve la oportunidad de alejarme de la rutina y las presiones. Un pequeño cambio de escenario que resultó más que pertinente. Y lo mejor es que no tuve que buscar un espacio para mí sola, sino que tuve la fortuna de contar con un pueblo entero en el que puedo caminar libre por las calles, ir y venir a voluntad, sin nadie que me conozca y esté esperando el primer tropiezo para burlarse. La primera persona con la que crucé un par oraciones por aquí (el taxista), me dijo que el lugar me iba a encantar porque era hermoso y mágico. Efectivamente es hermoso… y empiezo a sentir la magia, o por lo menos una fuerza transformadora que se apodera poco a poco de mí.

Aún traigo mucho ruido en la cabeza, pero confío en que lograré callarlo con el paso de los días, ordenando los archiveros, desechando lo que ya no sirve, redefiniendo prioridades y acomodando todo en el lugar que le corresponde. Así sí me gusta la soledad… y, aunque no niego que a veces extraño un poco a ciertas personas, sé que ahí están, esperando a que yo meta orden en todo esto y regrese en busca de su compañía.