C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Excuse me sir, which way to...?

Y esto es lo que sucede cuando uno tiene toda la vida planeada (o al menos eso cree) y las cosas no salen como se habían imaginado: ¡caos!. O, pero aún, nos cegamos ante los nuevos caminos que pueden estar apareciendo en frente…

Sin embargo no podemos ir por la vida a la deriva, sin un rumbo medianamente definido. No es posible caminar sin tener una ruta establecida de alguna forma, un ideal al que queremos llegar y, al menos, una vaga idea de los pasos que hay que emprender para llegar a él. Entonces, ¿cuál es el punto intermedio? ¿Qué tan definidos deben estar nuestros planes? ¿Cómo podemos hacerlos más flexibles sin perder el objetivo?


Hace algún tiempo, concluí una etapa de mi vida por cuestiones de este tipo. Haber trazado una ruta tan clara, tan definida, tan larga, me asustó y me hizo darme cuenta de la ausencia de posibilidades en caso de que el camino debiera torcerse en algún punto si las cosas salían mal. En ese entonces, intenté resolver el asunto argumentando que me parecía mejor trazar el camino con una línea punteada, pues las interrupciones en el trazo permitían modificar el rumbo de una manera un poco más sencilla. Al final, ni una línea sólida ni una punteada funcionaron y fue necesario borrar todo y volver a re-dibujar el camino en una dirección completamente diferente.


Ahora no sé qué tipo de línea debo trazar. A lo lejos, en el largo plazo, veo la meta, la cima a la quiero llegar, la posición que deseo ocupar. No obstante, no logro descifrar el mejor camino: recto, punteado, con bifurcaciones o bien definido. Y luego intento no tomármelo tan en serio, no preocuparme tanto, tomar lo que venga y sacarle el mejor provecho. Y, a veces, las energías se renuevan y sueño cosas nuevas. Y a diario me repito que todo está bien, que todo llega a su tiempo, que no estoy corriendo una carrera contra nadie. Y, sin embargo, hay días en que todo esto no funciona. Y...y esto ya se está volviendo muy personal.


domingo, 7 de noviembre de 2010

Amor ¿sin barreras?

“¡Ay mijita! En mis tiempos…” Típica frase de abuelita que hemos escuchado una y mil veces. Las abuelas (tías, mamás, vecinas o viejas chismosas, lo que gusten) suelen usar esta frase ante las nuevas formas de vida que tenemos actualmente, pero, sobre todo, frente a las nuevas formas de relacionarnos con otras personas. Es impresionante ver lo mucho que ha cambiado nuestro entorno en (relativamente) pocos años. Las nuevas tecnologías y herramientas de telecomunicación han revolucionado completamente la manera en la que vemos el mundo y nos enfrentamos a él. Y, se supone, todo es mejor ahora…


Durante los últimos meses he vivido diversas experiencias que me han hecho valorar (tal vez sobrevaluar) nuevas herramientas como Facebook, Skype, Messenger, los celulares, la Blackberry… and the like. La posibilidad de hablar con mi familia cada noche, aun cuando hay un océano entero separándonos; la facilidad de mantener el contacto con amigos que viven en rincones opuestos del mundo; la oportunidad de mantener relaciones a distancia y lo sencillo que resulta enterarse de las novedades al otro lado del planeta, son todos resultados de las nuevas formas de comunicación con las que contamos. Y, en realidad, creo que es de agradecerse que el mundo sea ahora así de pequeño. Sin embargo, pensando al respecto, descubrí que estas nuevas herramientas también afectan la forma en que nos acercamos al amor… y para ello no necesariamente hay que estar a kilómetros de distancia, sino que un par de pisos en el mismo edifico podrían ser suficientes.


Pensemos que hace 150 años una chica debía esperar semanas, tal vez meses, para recibir unas cuantas líneas de algún joven pretendiente; hace 50 años, había que esperar una llamada de teléfono, si los horarios, las líneas y las operadoras lo permitían; hace 10 años, los inicios del celular permitían localizar al susodicho casi en cualquier momento; hoy, basta con escribir unas letras en el Blackberry Messenger (por ejemplo) y esperar impacientemente a que llegue la respuesta con una ansiado “turún”. ¿Será que todo esto hace esta experiencia más sencilla? ¿Podemos decir que las nuevas tecnologías nos permiten enamorarnos más rápido? O por el contrario ¿estos nuevos instrumentos quitan parte de la magia del amor?


Concuerdo, definitivamente, con que estas nuevas tecnologías hacen que las relaciones personales sean un poco más impersonales. Es padre poder estar platicando todo el día con alguien, pero sería más padre si esa conversación fuera frente a frente y no mediante un Blackberry. Y por más que las caritas y demás “emoticons” nos permitan demostrar de alguna forma lo que sentimos o intentamos decir, siempre he preferido ver expresiones humanas genuinas, la manera en que alguien sonríe, la forma en que brillan sus ojos y las tarugadas que se pueden llegar a hacer cuando estamos nerviosos. Y sí, lo acepto, para personas como yo puede que estas conversaciones sean más fáciles de sobrellevar, pues se puede tomar el tiempo que sea necesario para pensar la respuesta correcta y no cometer errores con cada comentario que sale de nuestra boca… Sin embargo, esto también nos lleva a crear falsas imágenes de nuestro interlocutor y, por supuesto, elimina completamente la chispa de la espontaneidad.


Entre una larga conversación en un chat, una interminable llamada por teléfono o una amena plática en un café, yo prefiero la última. O ¿será que ahora todo ello son los pasos 1, 2 y 3 para acercarnos a una persona? ¿Si logramos llegar al café, después del chat y la llamada telefónica, significa que hay posibilidades de ir un poco más allá?


Reflexionando al respecto, y de acuerdo a las últimas experiencias, hay algo que me queda muy claro: las mariposas en el estómago se sienten igual, sea esperando una carta o el “turún” de mi blackberry.