C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Anyone out there?

Y este es mi deseo para 2011... así, completito, aunque las 12 uvas no alcancen.



Y de los propósitos... luego hablamos, jeje.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Love hurts...

El otro día, en un largo y divertido recorrido por Reforma, tuve una plática interesante con una persona con la que últimamente tengo muchas pláticas interesantes; fue de esas pláticas llenas de argumentos encontrados que suelen quedarse en mi cabeza, dar vueltas por un rato y terminar aquí, en una entrada que busca ordenar las conclusiones a las que llegué en el proceso de reflexión. El tema, el amor (¡vaya novedad!); los argumentos; las diferentes formas que hay de verlo y de vivirlo, cómo controlar las emociones y cómo expresar los sentimientos; la conclusión (al menos la mía), soy y seguiré siendo una idealista empedernida e ingenua, pero así me gusta.


Así como un americanista y un chiva nunca lograrán ponerse de acuerdo, resulta casi imposible que alguien concuerde con mi visión del amor, sobre todo si el debate involucra a un realista de un lado de la mesa, y a una idealista del otro. Dentro de las múltiples ideas que surgieron en la plática, hubo una sobre la que me quedé pensando. Resulta que, desde mi punto de vista y de alguna manera muy retorcida, el sufrimiento es parte esencial del amor. Amar a veces duele, y muchas veces sabemos que va a doler… Pero es parte de la experiencia, de sentirla en todas sus facetas y hasta de disfrutarla y aprender de ella. Una lágrima derramada por amor es, en definitiva, diferente y hasta cierto punto especial.


El argumento contrario es que el ser humano busca la seguridad y supervivencia por instinto, lo que forzosamente debe conducirlo a evitar experiencias que lo hagan sufrir, que lo vayan a lastimar. La típica situación de “pégame, pero no me dejes” resulta lo más irracional e inverosímil para quienes defienden esta postura. Efectivamente tiene todo el sentido del mundo preguntarse qué rayos hace una mujer permaneciendo junto con un hombre que le pega y la maltrata; sin embargo, muchas veces la respuesta “lo amo, a pesar de todo” tiene cabida en este escenario. Y, aclaro, no es que esté a favor de la violencia o que justifique a quien permite que la lastimen, humillen o denigren; simplemente creo que muchas veces es casi imposible ser completamente racionales.


Ya lo había dicho alguna vez en otra entrada, el amor no se piensa, no se planea, no se racionaliza, sino que se siente… y punto. Y sí, muchas veces terminamos enamorándonos de la persona incorrecta, de alguien que sabemos perfectamente que no es la indicada para nosotros, de quien tiene mala fama y podemos advertir con anticipación cómo será el golpe. Y aún así nos enamoramos. Es en ese punto en donde entra, si uno quiere, la parte racional de decidir estar o no con esa persona; pero eso no es, en forma alguna, controlar el amor que sentimos, sino simplemente decidir qué haremos al respecto: entregar el corazón, advertidos de las posibilidades de que nos lo devuelvan en cachitos, o alejarnos con paso firme, intentando no mirar y arrepentirnos de no habernos dado la oportunidad. Y ambas opciones duelen.


Probablemente sea una tontería y el más grande atentado contra la racionalidad de supervivencia, pero no me imagino otra forma de ver, sentir y vivir el amor. Me rehúso completamente a tomarlo a ligera y abandonar el juego cuando empiece a ponerse serio y exista la mínima posibilidad de salir lastimada. He llorado muchas veces por amor y sé que volveré a hacerlo, pero no por ello dejaré de enamorarme una y otra vez. Me rehúso a convertirme en alguien que camine por la vida tomando y dejando lo que puede, sin darse la oportunidad de entregarlo y recibirlo todo en el camino. Me niego, rotundamente, a renunciar al amor, a la idea del príncipe azul y a la ilusión de encontrar a la media naranja, la cual nunca será alguien que embone perfecto en mi rompecabezas, pero sí quien lo completamente de una forma casi perfecta y, sobre todo, divertida.


El amor duele y puede doler mucho… y aunque es uno de los dolores más horribles que he experimentado y para el cual no hay analgésico, creo que es algo que un ser humano, necesariamente, debe experimentar una, dos, tres… muchas veces en su vida, si en verdad quiere llamarse humano.


PS: y no, no estoy de emo, ni soy masoquista, ni creo que sólo haya dolor en el amor. Y sí, esta entrada lleva una clara dedicatoria.



domingo, 19 de diciembre de 2010

¿De qué se ríe Santa Claus?

Pues resulta que ahora soy una persona muy informada que escucha diferentes noticieros en la radio durante el largo recorrido de las mañanas. He de reconocer que no es la forma más alentadora de iniciar mis días y que, generalmente, extraño mis mañanas acompañadas de mi iPod y buena música que me ayude a terminar de despertar y ponerme de buenas. En medio de muertes, tiroteos, corrupción, grillas políticas, decepciones y anécdotas por demás inverosímiles de la vida pública nacional e internacional, el otro día escuché a un analista preguntar: “bueno, y en medio de todo esto, ¿de qué se ríe Santa Claus?”. Y, como era de esperarse, en ese momento dejé de poner atención a la entrevista y me quedé pensando sobre esta cuestión, pues basta una simple mirada alrededor de nosotros para darnos cuenta que es completamente válido plantearla en estos tiempos.


Nunca he pretendido que este espacio sea uno consagrado a la discusión política y no pretendo que comience a serlo ahora. Sin embargo, no hace falta hacer referencia al increíble “mundo al revés” en que vivimos actualmente para preguntarse qué le causa tanta gracia a aquel gordito barbudo. El ámbito personal también puede dar razones de sobra para dudar de la sinceridad de la risa de cualquiera que esté a nuestro alrededor: la escuela, los finales, el trabajo (o la preocupante ausencia de éste), el novio (o la triste inexistencia de éste), los amigos, los no-tan-amigos, la familia, el jefe, los hermanos, la gente que insiste en meternos el pie y las personas que no dejan de amargarnos la existencia… todo puede ser causa suficiente para que resulte un poco difícil lanzar ho-ho-ho’s al aire.


Pero Santa sigue riendo… ¿De qué? ¿Por qué? ¿Ríe solo o hay aún quien lo acompaña?


Últimamente me he dado cuenta de que, efectivamente y si nos empeñamos en encontrarlos, tenemos muchos motivos para no reír. Y, sin embargo, siempre es más fácil encontrar un motivo para reír, pues suelen ser más simples, más bobos, más comunes, más al alcance de todos. La clave, la cosquillita inicial que puede desatar una carcajada, es la forma en que decidamos ver el vaso y la actitud que decidamos tomar frente a la vida.


Una reunión con los amigos en la que queda demostrado, una vez más, que no importa lo malo que pueda ser el panorama individual, siempre nos tendremos los unos a los otros para llorar a mares y reír a carcajadas; unos mensajes coquetos que sacan una sonrisa más grande de lo que en realidad quisiéramos y deberíamos permitir; la ilusión de ver a viejos amigos y vivir increíbles experiencias de este lado del océano; el orgullo de ver triunfar a nuestros seres queridos y poder sentirnos honrados de estar ahí para compartirlo; la posibilidad de amanecer todas las mañanas convencidos de que ése será el día en que vamos a brillar y probarle al mundo de lo que somos capaces; una cena con las amigas en la que las locuras hacen que sea imposible parar de reír hasta que el estómago duela, pues lo que no se le ocurre a una se le ocurra a la otra… En realidad, ahora que lo veo así, tengo muchos motivos para reír.


Y entonces, si cada uno de nosotros decidiera ver el vaso un poco más que medio lleno y darse cuenta de esas pequeñas cosas que son motivos suficientes para reír, tal vez el panorama en general sería más agradable y, en definitiva, no tendríamos duda de que Santa, todavía y afortunadamente, tiene muchas razones para reír. En estas épocas suelo ponerme un poco más cursi de lo normal (lo acepto), pero creo que no necesitamos una efeméride en particular para mirar a nuestro alrededor y decidir ver la vida con un lente un poco más positivo… Creo que Santa ríe todo el año, el problema es que sólo en estas fechas nos detenemos a escuchar su carcajada y a pensar un poco en el porqué de ella.