C'est moi



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domingo, 19 de diciembre de 2010

¿De qué se ríe Santa Claus?

Pues resulta que ahora soy una persona muy informada que escucha diferentes noticieros en la radio durante el largo recorrido de las mañanas. He de reconocer que no es la forma más alentadora de iniciar mis días y que, generalmente, extraño mis mañanas acompañadas de mi iPod y buena música que me ayude a terminar de despertar y ponerme de buenas. En medio de muertes, tiroteos, corrupción, grillas políticas, decepciones y anécdotas por demás inverosímiles de la vida pública nacional e internacional, el otro día escuché a un analista preguntar: “bueno, y en medio de todo esto, ¿de qué se ríe Santa Claus?”. Y, como era de esperarse, en ese momento dejé de poner atención a la entrevista y me quedé pensando sobre esta cuestión, pues basta una simple mirada alrededor de nosotros para darnos cuenta que es completamente válido plantearla en estos tiempos.


Nunca he pretendido que este espacio sea uno consagrado a la discusión política y no pretendo que comience a serlo ahora. Sin embargo, no hace falta hacer referencia al increíble “mundo al revés” en que vivimos actualmente para preguntarse qué le causa tanta gracia a aquel gordito barbudo. El ámbito personal también puede dar razones de sobra para dudar de la sinceridad de la risa de cualquiera que esté a nuestro alrededor: la escuela, los finales, el trabajo (o la preocupante ausencia de éste), el novio (o la triste inexistencia de éste), los amigos, los no-tan-amigos, la familia, el jefe, los hermanos, la gente que insiste en meternos el pie y las personas que no dejan de amargarnos la existencia… todo puede ser causa suficiente para que resulte un poco difícil lanzar ho-ho-ho’s al aire.


Pero Santa sigue riendo… ¿De qué? ¿Por qué? ¿Ríe solo o hay aún quien lo acompaña?


Últimamente me he dado cuenta de que, efectivamente y si nos empeñamos en encontrarlos, tenemos muchos motivos para no reír. Y, sin embargo, siempre es más fácil encontrar un motivo para reír, pues suelen ser más simples, más bobos, más comunes, más al alcance de todos. La clave, la cosquillita inicial que puede desatar una carcajada, es la forma en que decidamos ver el vaso y la actitud que decidamos tomar frente a la vida.


Una reunión con los amigos en la que queda demostrado, una vez más, que no importa lo malo que pueda ser el panorama individual, siempre nos tendremos los unos a los otros para llorar a mares y reír a carcajadas; unos mensajes coquetos que sacan una sonrisa más grande de lo que en realidad quisiéramos y deberíamos permitir; la ilusión de ver a viejos amigos y vivir increíbles experiencias de este lado del océano; el orgullo de ver triunfar a nuestros seres queridos y poder sentirnos honrados de estar ahí para compartirlo; la posibilidad de amanecer todas las mañanas convencidos de que ése será el día en que vamos a brillar y probarle al mundo de lo que somos capaces; una cena con las amigas en la que las locuras hacen que sea imposible parar de reír hasta que el estómago duela, pues lo que no se le ocurre a una se le ocurra a la otra… En realidad, ahora que lo veo así, tengo muchos motivos para reír.


Y entonces, si cada uno de nosotros decidiera ver el vaso un poco más que medio lleno y darse cuenta de esas pequeñas cosas que son motivos suficientes para reír, tal vez el panorama en general sería más agradable y, en definitiva, no tendríamos duda de que Santa, todavía y afortunadamente, tiene muchas razones para reír. En estas épocas suelo ponerme un poco más cursi de lo normal (lo acepto), pero creo que no necesitamos una efeméride en particular para mirar a nuestro alrededor y decidir ver la vida con un lente un poco más positivo… Creo que Santa ríe todo el año, el problema es que sólo en estas fechas nos detenemos a escuchar su carcajada y a pensar un poco en el porqué de ella.


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