C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

jueves, 28 de mayo de 2009

Say cheeeez!!

Me encanta ver fotos. Probablemente es algo que no me define como persona y pocas personas saben de mí, pero siempre me ha gustado sentarme a ver esos pequeños momentos capturados en el tiempo y volver a vivirlos. No me importa si ya me sé un álbum de memoria, siempre me puedo volver a sentar a verlo, foto por foto, instante por instante. ¿La razón? Dentro de la parte nostálgica de mi personalidad, pienso que la fotografía es una forma de recordarnos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Podemos ver cuánto hemos cambiado, qué nos hacía reír, qué nos divertía, las locuras con las disfrutábamos y las fantasías que llegamos a tener.

Dicen que “una imagen dice más que mil palabras”; yo agregaría que dice más que cualquier número de palabras que se nos pueda ocurrir. Un segundo capturado en una fotografía se quedará eternamente para recordarnos lo especial de aquel momento. Se trata de una imagen que siempre estará ahí para divertirnos en momentos aburridos, hacernos reír en momentos tristes, sacarnos una sonrisa en momentos dolorosos y calmarnos en momentos de tensión.

En los últimos días, cuando el hartazgo de las responsabilidades es excesivo e impide sacar las fuerzas para cumplirlas, me he dedicado a ver todas las fotos que se han puesto en mi camino. Me he reído muchísimo y he recordado experiencias que por un momento creí haber olvidado. He visto la sonrisa en mi rostro y en el de todas las personas que se encuentran a mi alrededor y he redescubierto la magia que enciende una chispa de genuina felicidad. Me he dado cuenta de que no puede haber ningún tipo de arrepentimiento cuando vemos que, a pesar de lo que haya pasado después, fuimos completamente felices en un momento específico. Creo que eso es lo que más me gusta de las fotos, no mienten. Aunque se trate de fotos de pose, hay algo en ellas que revela emociones reales en los modelos. Aunque lo intentemos, no logramos engañar a la cámara, pues una sonrisa forzada siempre se ve peor que una cara de llanto.

Y, como dato curioso, mis fotos favoritas son aquellas que se tomaron sin aviso ni advertencia, aquéllas con muecas extrañas, gestos bizarros, actitudes de dar vergüenza, ojos a medio cerrar y cualquier desperfecto que muestra la magia de la vida real. Esas son las fotos que no se borran… ni de la cámara, ni de la computadora, ni del corazón.

lunes, 18 de mayo de 2009

¿Enseñanzas legendarias?

Desde que tengo memoria he escuchado básicamente un consejo de mi madre en lo que respecta al sexo masculino: “date a desear.” Complementando este consejo con algunas opiniones más, la lógica va más o menos así: los hombres tienen un gen cazador, lo que significa que si consiguen a la presa rápido, perderán el interés a la misma velocidad; en cambio, entre más complicada parezca la cacería, más desearán llegar al objetivo. En teoría tiene sentido y suena como algo fácil de hacer, pero en la práctica resulta mucho más complicado… para mí por lo menos. Cualquier persona que me conozca un poco sabe que soy una hopeless romantic que gusta de flotar por las nubes y soñar con la perfección todo el tiempo. De hecho, he llegado a pensar que si fuera hombre sería un excelente cazador pues, cuando alguien me interesa, no hay un solo segundo en que no se me llene la cabeza de ideas originales para mostrarle mis intenciones… o, en su caso, cosas que me gustaría que él hiciera por mí.

El otro día escuchaba una canción que había estado olvidada en mi biblioteca musical por mucho tiempo. Para variar, hubo una frase en particular que me dejó pensando: “how obvious should a girl be?” De verdad es algo complicado. Se supone que vivimos en el siglo de la liberación femenina, en donde ya no hay nada de malo en que una mujer invite a un hombre a salir o ponga la iniciativa en la relación; sin embargo sigue habiendo quien aconseja lo contrario. Y es que ambas cosas funcionan, pero creo que con diferentes niños, lo cual constituye la cereza del pastel en el mar de complicaciones. Hay niños a los que definitivamente hay que darles un empujón, mientras que a otros es mejor dejarlos esperando un poco para lograr que no pierdan el interés. El mayor problema es distinguirlos y saber qué hacer en cada momento. Y he aquí una gran ventaja de los hombres sobre las mujeres pues, al menos en mi concepción, jamás se verá mal que un hombre invite a una mujer a salir… lo que sí puede suceder en el sentido inverso.

Mi duda, entonces, es saber cuándo es demasiado. ¿En qué momento se pasa de la sutileza a la obsesión? ¿Cuándo se confunde el interés con un grave síndrome de stalker? ¿Cómo saber si estamos siendo demasiado atosigantes o, si por el contrario, hay que seguir actuando? ¿Qué tanto tiempo hay que esperar antes de poner la iniciativa? ¿Cuándo es obvio que no hay interés y que más nos conviene mirar hacia otro lado?

Hace un par de meses, una tía me dio un consejo que ha resultado muy valioso y ha logrado hacer mi vida verdaderamente divertida. —Mira—me dijo—tú, ahora, tienes que ser como Jesucristo y sólo decir “dejad que los niños vengan a mí”—. El problema es cuando son muchos los niños que vienen y van y la paciencia se empieza a agotar cuando queremos encontrar al que debe quedarse… cuando creemos que ya está afuera de la puerta, pero aún no se decide a llamar.

sábado, 16 de mayo de 2009

Cigarros que saben rico

Y esta va para uno de mis mejores amigos… el que se quitó la barba.

Sé que fumar no es bueno, pero es sólo una de las muchas cosas que hago que dañan mi organismo. Sé que debería dejar de fumar, pero es una de las muchas cosas para las que no encuentro la fuerza de voluntad necesaria. Sé que me puedo divertir sin un cigarro en la mano, pero es una diversión que sabe diferente. Sé que seguiré fumando… y no hay “pero”. Cualquier fumador sabe que no todos los cigarros son iguales pues mientras unos saben más ricos y se disfrutan más, otros resultan un descarga inservible de nicotina que deja un mal sabor de boca. Hoy quiero hablar de los cigarros que saben rico, de esos que se saborean junto con el momento en que se fuman, esos que se consumen en amena plática y excelente compañía, esos que dejan una paradójica sensación de bienestar en el organismo.

En este nuevo capítulo de mi vida que sigo comenzando y que no quiero terminar he hecho cosas que jamás había hecho. Por ejemplo, el martes pasado atravesé toda la ciudad (costo = un cuarto de tanque de gasolina) para festejar el cumpleaños de uno de mis mejores amigos. Después de la gran odisea que resultó llegar al lugar, me senté en compañía de viejos y nuevos amigos lista para reír y olvidarme de todo lo demás por un momento. En el lugar en el que estábamos había terraza para fumar, la cual visité con un amigo un par de veces, a pesar de la incomodidad que implicaba atravesar el restaurant y alejarnos un poco de la conversación global de la mesa. Cabe que aclarar que mi amigo, además de ser mi fumador acompañante por excelencia, es uno de mis mejores terapeutas para cualquier problema que pueda tener (jugar rockband incluido).

La plática pasó de un tema a otro y cuando nos dimos cuenta ya estábamos prendiendo el siguiente cigarro. Fue uno de esos momentos en que se siente la amistad, la comprensión, el apoyo, la confianza y la complicidad en cada bocanada de humo que invade el espacio entre dos personas. Hacía mucho que un par de cigarros no me sabían tan rico y que no disfrutaba tanto de fumar en compañía de alguien tan especial. La conversación fluyó; como en toda buena amistad, uno completaba las oraciones del otro y muchos pensamientos se quedaron en la cabeza porque no hubo necesidad de externarlos, pues el otro los entendió desde el principio.

Esos son los cigarros que saben rico y que hacen que la posibilidad de cáncer en el futuro valga la pena. Un cigarro puede saber muy rico en muchas y muy variadas circunstancias; sin embargo, la experiencia me ha enseñado que los cigarros verdaderamente deliciosos son los que se fuman con la persona indicada en frente… nada más importa. Probablemente mi amigo no lo sabe, pero platicar con él mientras fumábamos ese par de cigarros fue uno de los momentos top de mi semana que hicieron que cualquier enojo, decepción o confusión quedaran muy atrás en mis pensamientos. Y, aunque parezca extraño, el humo que invade el ambiente sirve para aclarar la mente. Esto, más las palabras precisas de la persona adecuada, son todo lo que necesito para tener un excelente día.


lunes, 11 de mayo de 2009

Sabiduría venusina cuestionada

Sabemos (porque de verdad es cierto) que los hombres vienen de Marte y las mujeres de Venus. Esta pequeña diferencia tiene grandes implicaciones, desde la forma de pensar hasta el idioma en el que hablan, pasando por las costumbres, los pasatiempos y la manera de reaccionar ante diversas situaciones. En toda esta complejidad, siempre había creído que las mujeres teníamos un plus frente a los hombres, el cual confundía a éstos últimos y nos daba grandes ventajas. Estoy convencida de que las mujeres tenemos un sexto sentido que nos permite ver, escuchar, sentir y saber cosas que los hombres no logran comprender, incluso si se les estrellan en la cara. Ese sexto sentido, creía, nos permitía conocer al sexo opuesto más de lo que ellos mismos se conocen; incluso nos permitía predecir sus acciones y pensamientos y llevarles la delantera en algunos aspectos. A pesar de que sigo convencida de este hecho, últimamente mis ideas han sido cuestionadas al punto de que, junto con una amiga, he establecido una nueva teoría que necesita más investigación empírica: el novio de alguna mujer es completamente predecible hasta que se convierte en el ex-novio.

Cuando una mujer pasa un tiempo considerable con un hombre logra conocerlo de una forma verdaderamente impresionante y saber exactamente qué pasa por su cabeza y qué va a hacer en todo momento. Claro, hay grados en este conocimiento y no siempre pasa, pero cuando sí pasa, puede llegar a niveles que asustan. Suponiendo que sí pasó esto, cuando la mujer deja de ver al individuo en cuestión (truene, pleito, fin de la relación, o lo que sea) cree que aún es capaz de saber lo que está pasando en su vida y su mente… hasta que los hechos demuestran lo contrario: hace cosas que jamás había hecho, se comporta como nunca lo había hecho, dice cosas que no hubiéramos esperado escuchar viniendo de él, rompe patrones e inaugura nuevos, entra y sale de las crisis como nunca lo había hecho, inaugura habilidades dramáticas dignas de Óscar, etc., etc., etc., etc. …

Este hallazgo es capaz de retar siglos de sabiduría femenina y quitar a las venusinas una gran ventaja que habíamos creído poseer. Probablemente, los marcianos tienen un poder aún mayor del cual no nos habíamos percatado: la capacidad de sorprendernos incluso cuando creíamos saberlo todo. Y entonces empiezan las complicaciones, pues una cosa es la sorpresa y otra muy distinta es darse cuenta de que no sabemos absolutamente qué esperar y qué nuevas extrañezas de comportamiento nos mostrarán.

Ahora me queda claro por qué hay tan gran variedad de libros sobre relaciones entre hombres y mujeres. Creo que es algo que escapa al entendimiento de cualquiera y, una vez más, la vida nos deja claro que la que manda y la que entiende qué pasa es ella y no nosotros, que sólo debemos aprender a asumir los nuevos retos y dinámicas que se nos presenten. No importa la cantidad de líneas que se escriban al respecto, Kissinger tenía razón: “nobody will ever win de battle of the sexes. There’s just too much fraternizing with the enemy”. Y cuando la fraternidad termina, las sorpresas inician y lo desconocido se extiende, una vez, cuando menos lo esperaba, ante una venusina que creía conocer a un marciano.