C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

lunes, 20 de junio de 2011

La ciudad y mis demonios

“Pero hay que saber llegar…”

Hace un par de meses escribí sobre la oportunidad de disfrutar la soledad y utilizar un pueblo entero como guarida para poner en orden mi cabeza y encontrar las fortalezas que me había permitido creer perdidas. La soledad, creo, cumplió su cometido; no obstante fue dura conmigo e implicó muchos momentos difíciles, lágrimas, tentaciones, dudas y unas ganas increíbles de mandar todo al demonio y regresar a mi zona de confort. Afortunada o desafortunadamente tuve que llevar el proceso hasta sus últimas consecuencias y retarme en formas impensables, hacer cosas de las que nunca me creí capaz y descubrir una nueva cara en mí que nunca me había dado la oportunidad de explorar. Cambié, cambié mucho… Regresé muy contenta con esos cambios y segura de que había avanzado un par de peldaños más en mi montaña, había superado muchos retos, había dejado muchas cosas atrás y estaba lista para seguir hacia delante, segura de mí misma y convencida de poder lograrlo todo.

El problema es que el mundo no cambió junto conmigo y al final tuve que regresar a eso que creí haber dejado atrás. Descubrí, con sorpresa y decepción, que no había superado nada, sino que simplemente le había dado vuelta. Mis demonios no había desaparecido, sino que se habían quedado esperándome en esta ciudad y listos para ponérseme en frente a mi regreso. Y esto ha sido la parte más complicada de todo este proceso: luchar por no retornar a lo que ya no es, ya no debe ser; pelear por conservar lo aprendido y no dejar que lo viejo me vuelva a envolver. Los demonios, al final, no se superan a kilómetros de distancia, sino en un combate de frente.

Y ahora es esa sensación constante de mal humor, de duda, de frustración, de miedo… Unas ganas constantes de regresar a mi soledad y quedarme ahí hasta estar segura de que los demonios se cansaron de esperarme y me dejarán volver tranquila. ¿Huir? ¿Eso es lo que estoy buscando? Nunca me ha gustado optar por el camino más fácil, pero siento que de no hacerlo perderé todo lo ganado en estos meses.

El otro día platicaba con un amigo al respecto y, cuando le conté todo lo que había descubierto de mí misma y los aspectos en los que me había liberado estando lejos, me dijo que el asunto es que mi mundo es aquí y no allá lejos. Tengo que encontrar la manera de que mi yo de allá encaje en mi mundo de aquí… el problema es que ahora no es un pueblo mágico, sino una ciudad desquiciada, un monstruo acelerado que nos obliga a vivir a su ritmo y bajo sus reglas. Y no quiero, me rehúso a dejar todo lo que descubrí que puedo ser y quedarme con lo que fui y con lo que los demás esperan que sea.

Y mientras mis demonios siguen frente a mí, me rodean y me cierran la salida. ¿Están esperando que los enfrente o simplemente pretenden envolverme y volverse a meter en mí?


miércoles, 4 de mayo de 2011

Cuidado con el corazón

Y a ti ¿cuántas veces te han roto el corazón?

El otro día vi por primera vez la película de The Ugly Truth y debo confesar que, de alguna manera, me sentí identificada con el mensaje… con la historia, al menos, porque el mensaje al final no me quedó tan claro. Resulta que (¡vaya novedad!) la idea es que la mujer debe ser sutilmente coqueta, interesantemente misteriosa y confiadamente insegura para atraer la atención de un hombre. El idealismo, el príncipe azul, la lista de requisitos y la completa honestidad parecen quedar completamente fuera si lo que se busca es concluir exitosamente el proceso de conquista. En la película, un verdadero patán, o macho alfa si prefieren, se dedica a coachear a una romántica empedernida al punto de convertirla en la mujer ideal del susodicho al que busca atraer. Sin embargo, al final, como buena comedia romántica, los protagonistas terminan enamorados, cruzando rápidamente la línea que divide el odio del amor (perdón por el spoiler). Lo que me dejó pensando sobre este desenlace es que la actitud del hombre no obedece a otra cosa que a una serie de decepciones amorosas que lo han orillado a, espero no exagerar, dejar de creer en un amor puro, cursi, desinteresado y profundo.

Y de ahí viene mi confusión. Ya no supe si hay que seguir los consejos del macho alfa o mejor mantenernos dentro de nuestra autenticidad y demostrarle a alguien al que han lastimado muchas veces que es posible seguir creyendo en el amor.

Y es que ésa es una conclusión a la que llegué recientemente. ¿Cuando decimos que no nos interesa el compromiso, que no podemos dar lo que la otra persona quiere, que preferimos mantenernos en el terreno de la amistad con derechos, que no creemos en festejar realmente un 14 de febrero, que no queremos atarnos a una sola persona, que la manita sudada y las cartitas ya pasaron de moda, que el amor no es más que un juego de estrategia y que no se trata más que de saber negociar, no será que más bien estamos buscando pretextos para no aceptar que en realidad tenemos miedo? ¿No se trata de un conjunto de poses, máscaras y escudos que adoptamos para intentar protegernos? ¿Son remedios improvisados para intentar sanar un corazón que ya han despedazado algunas veces?

Creo que cualquier persona, cualquier corazón, tiene cicatrices, algunas de las cuales tardan mucho en sanar. Pero, pensemos en otros términos: las rodillas raspadas nunca me impidieron volver a subirme a una bicicleta. No voy a negar que después de una caída sentía algo de miedo antes de volver a tomar el manubrio; pero era un miedo que sólo lograba superar cuando volvía a hacer girar los pedales, sentía el viento golpeándome la cara y re-descubría lo mucho que disfrutaba andar en bicicleta.

Efectivamente, el amor requiere algo de cabeza y, probablemente, algo de estrategia. Incluso el miedo a lo desconocido y a un triste desenlace pueden entrar en la ecuación. Pero, lo principal, lo fundamental, el primer paso, es quitarnos todos esos falsos escudos y lanzarnos a la aventura pues, finalmente, el que no arriesga, no gana.

Entonces, lo siento, me niego a seguir los consejos del macho alfa… y ¿quién sabe? Tal vez sea él quien termine enamorándose de mí y descubriendo que todos los argumentos que me ha dado, mezclados con señales difusas y una insistencia en confundirme cada vez que creo estar segura de haber tomado una decisión, eran sólo una mala estrategia de auto-protección que terminó por volverse en su contra. 


sábado, 2 de abril de 2011

El favor de la soledad

Mis fobias, además de la aracnofobia, se pueden resumir en el miedo a la ausencia. Le tengo terror a la oscuridad (ausencia de luz), al silencio (ausencia de ruido) y a la soledad (ausencia de compañía). No importa a dónde entre, siempre llevo la mano por delante buscando el apagador para encender la luz antes de que mis ojos se encuentren con el negro vacío de la habitación. He llegado a la conclusión de que la causa de que me cueste tanto trabajo quedarme callada es la desesperación que siento al escuchar el silencio; por ello, si no hay plática, ruido, gritos o música de fondo, prefiero abrir la boca y romper con ese vacío silencioso, tan amado por muchos.

Hablando de la soledad, en realidad nunca me ha gustado. Recuerdo un recreo en la escuela, cuando iba en segundo o tercer año de primaria, en el que, por haberme peleado con mis amiguitas, tuve que pasar esos treinta minutas sola y comer mi lunch sin alguien con quien platicar enfrente. Imaginen el tamaño del trauma que hasta hoy, más de diez años después, recuerdo la profunda tristeza y desesperación que sentí en esos momentos. Repito, nunca me ha gustado la soledad.

No obstante, hay ciertos momentos en la vida, frecuentes en cierta forma, en que llegamos a sentir una imperiosa necesidad de estar solos, de alejarnos del mundo y no quedarnos más que con el ruido que traemos en la cabeza, el cual parece ser suficiente como para hacernos sentir en un concierto masivo. Muchas veces es necesario, y hasta sano, hacer una pausa en el reloj que avanza a la velocidad de la luz, mandar todo al diablo, sentarnos en nuestro lugar de preferencia con nuestra bebida favorita en mano y no buscar la compañía de nadie por un rato. Sin embargo, en este mundo que corre a pasos agigantados y que insiste en obligarnos a seguirle el ritmo, ¿qué tan fácil es encontrar ese ratito? ¿cuántos de nosotros podemos verdaderamente desconectarnos para estar solos?

Por el momento tuve la oportunidad de alejarme de la rutina y las presiones. Un pequeño cambio de escenario que resultó más que pertinente. Y lo mejor es que no tuve que buscar un espacio para mí sola, sino que tuve la fortuna de contar con un pueblo entero en el que puedo caminar libre por las calles, ir y venir a voluntad, sin nadie que me conozca y esté esperando el primer tropiezo para burlarse. La primera persona con la que crucé un par oraciones por aquí (el taxista), me dijo que el lugar me iba a encantar porque era hermoso y mágico. Efectivamente es hermoso… y empiezo a sentir la magia, o por lo menos una fuerza transformadora que se apodera poco a poco de mí.

Aún traigo mucho ruido en la cabeza, pero confío en que lograré callarlo con el paso de los días, ordenando los archiveros, desechando lo que ya no sirve, redefiniendo prioridades y acomodando todo en el lugar que le corresponde. Así sí me gusta la soledad… y, aunque no niego que a veces extraño un poco a ciertas personas, sé que ahí están, esperando a que yo meta orden en todo esto y regrese en busca de su compañía. 



martes, 22 de marzo de 2011

Entre lo público y lo privado

“Escribir es hermoso porque aúna las dos alegrías: hablar solo y hablar a una muchedumbre”
Cesare Pavese

El otro día, durante una típica comida familiar sabatina, mientras yo maleducadamente revisaba Twitter en mi teléfono, mi mamá hizo uno de esos brillantes comentarios que las personas solemos hacer de vez en cuando. Platicando sobre algo que había escuchado decir a quién sabe quién, en quién sabe dónde, mi santa madre dijo que “las nuevas tecnologías han acercado a los que están lejos, pero alejado a los que están cerca.” Sus palabras tenían un claro “cof, cof, deja ese maldito aparato en paz mientras comemos” inmerso, claro está. Sin embargo, desde ese día, y a partir de muchas otras cosas que me han pasado recientemente que involucran a la tecnología y a las nuevas (y no tan nuevas) redes sociales, traigo una maraña de ideas en la cabeza. Trataré de ir por partes y en forma clara, intentando aventar algunas ideas al aire sobre las que creo que resulta relevante reflexionar en estos días.

En primer lugar, lo básico: las redes sociales y sus beneficios. La posibilidad de estar conectados con personas en cualquier rincón del mundo y compartir los chismes más urgentes en tiempo real es algo que en verdad debemos agradecer. Aunque soy bastante cursi y me sigue emocionando recibir una carta que venga del otro lado del Atlántico o del Cono Sur de este continente, no puedo negar que prefiero mil veces recibir un “inbox” y responderlo en el acto, o poner “like” a algo que me pareció simpático en un momento determinado. Los sucesos más recientes del mundo nos han confirmado lo útiles y esenciales que resultan las redes sociales en la actualidad, más allá de jugar a la granjita o retuitear el chiste del día.

Además de las claras aplicaciones informativas, en el ámbito personal y en lo público o internacional, algunos nuevos espacios del cibermundo parecen una excelente herramienta para expresar todo aquello que necesitamos gritar al mundo y para lo cual no encontramos un interlocutor adecuado. Un pensamiento romántico, una idea llena de nostalgia, un deseo imposible, un suspiro convertido en poema, un berrinche insignificante o un dolor que viene de lo más profundo del corazón… Todo ello se puede expresar mediante un post en un blog, un status en Facebook, o 140 caracteres en Twitter. Y, una vez que hemos sacado eso que llevábamos dentro, ya no nos importa si alguien lo lee o no, si lo comentan o lo recomiendan, si lo retuitean o si queda perdido en el inmenso mundo de las ideas que llegan a “la red”. Nos basta con saber que lo dijimos “a alguien” y que, probablemente en algún lugar del mundo, ese “alguien” nos comprende.

No obstante, y esto me lleva a mi segundo punto, las redes sociales también han demostrado tener un gran poder e implicaciones increíblemente importantes (y no me refiero a la capacidad de provocar revoluciones y derrocamientos de regímenes). Hace poco tomé una clase sobre el mundo de la comunicación actual y la manera en la que nuestros diálogos se ven afectados por estas nuevas tecnologías. Hubo, en particular, una idea que se quedó rondando en mi cabeza, probablemente porque he atravesado por situaciones incómodas que me hicieron identificarme con ella. El principio básico es que, hoy por hoy, hemos perdido el derecho al olvido; todo lo que alguna vez hayamos publicado en alguno de estos medios puede perseguirnos por el resto de nuestra vida y tener consecuencias que nunca creímos que pudiera tener. Es aquí en donde entra aquella típica frase de película gringa “todo lo que digas puede ser usado en tu contra” o, como lo dijo el expositor “el pasado siempre estará esperándonos en el futuro.” Sí, ya sé, da miedo.

Para probar la veracidad de ello basta con preguntarle a cualquier político que la haya regado (nada difícil) y cuyo video se encuentre publicado en YouTube instantáneamente. También pueden preguntarle, si quieren ejemplos más mundanos, a López Dóriga, a Dulce María o al “Tengo Miedo”, sólo por mencionar algunos ejemplos verdaderamente ilustrativos. Pero cuando decidí referirme a este aspecto riesgoso de las redes sociales no estaba pensando en mi improbable (o probable) futuro como figura pública a quien le puedan sacar un periodicazo dentro de 10 años publicando alguna foto vergonzosa de la fiesta a la que fui hace dos semanas. Más bien, tenía en mente situaciones por las que he atravesado recientemente, a causa de lo que alguna vez publiqué—inocentemente y por la necesidad de expresar las ideas que atravesaban por mi cabeza en una situación en particular—y que le pueden suceder a cualquier mortal, adicto a Facebook, bloggero o tuitero.

Que tu mamá vea alguna foto de la fiesta a la que fuiste cuando le juraste que ibas a estudiar a casa de Chuchita; que tu jefe se entere de que alguna vez comentaste en Facebook que odiabas tu trabajo; o que aquella personita por la que te da vuelcos el corazón te haga notar que no importa lo que le digas, siempre sabe qué es exactamente lo que piensas gracias a lo que escribes en la red. Todo ello nos ha pasado o nos puede pasar, y entonces, además del miedo que ahora le tengo a las redes sociales y por el cual pienso tres veces (no siempre) lo que publico, me pregunto ¿dónde pintamos la raya entre lo que es nuestro y lo que pertenece al mundo? ¿En dónde termina nuestro perfil como empleados de alguna empresa y empieza el que tenemos como individuos? ¿Qué línea delgada es la que divide lo público de lo privado?

Por el momento, no tengo ni un mínimo atisbo de respuesta a estas cuestiones. Por más de que estoy convencida de que es MI Facebook, MI Twitter y MI blog, dado que es MI vida sobre la que escribo; tal parece que el mundo opina diferente y que, efectivamente todo lo que diga podrá, en algún momento, por alguna persona, lo espere o no, ser usado en mi contra. Y entonces surge una duda mayor ¿y qué hago con todo esto que traigo adentro?


miércoles, 9 de marzo de 2011

De oportunidades y retos

Hay momentos en la vida… sí, es común que empiece mis posts con esta frase, pero es que, de verdad, hay momentos en la vida. A veces se trata de paz y tranquilidad, cuando todo fluye y estamos seguros de estar bien plantados en donde debemos estar. Otras veces, llegan las dudas y las crisis que obligan a reflexionar cada paso y cuestionar el camino que alguna vez habíamos trazado. Algunas otras, simplemente aparecen el miedo y la indecisión de hacer lo que sabemos que debemos hacer, pero simplemente no encontramos la fuerza para empezar. Finalmente, hay ocasiones en las que, a pesar de estar seguros de caminar el sendero correcto, los obstáculos deciden aparecer uno tras otro, el mundo parece conspirar en nuestra contra y sentimos que alguna fuerza superior se empeña en que nos demos por vencidos.

El problema es que no siempre podemos estar seguros de en qué momento nos encontramos. O mejor dicho, cuando creemos estar seguros, sucede algo que nos frena en seco y nos obliga a mirar un poco a nuestro alrededor y preguntarnos la medida en la que estamos satisfechos con lo que hemos logrado y lo que nos hemos propuesto lograr. Sin embargo, siempre está la opción de ver todo esto como una oportunidad. Esta pequeña apertura a nuevas opciones no significa que debamos modificar los planes y destruir los sueños, sino simplemente descubrir las razones más profundas que nos motivaron a planear y soñar en esa dirección y así encontrar la fortaleza y convicción necesarias para seguir adelante, venciendo cualquier reto, y le pese a quien le pese.

Lo más importante de este proceso, creo, es la oportunidad de conocer un poco más de nosotros, de nuestras capacidades y nuestras debilidades, de nuestros temores y de nuestras certezas. Y, si sabemos aprovechar bien la situación, podemos llegar al punto de re-descubrirnos en muchos sentidos y darnos cuenta de que nosotros mismos nos habíamos encasillado en categorías que no necesariamente eran ciertas. “Es que así soy.”, “Es que así reacciono cuando ________ (complete con cualquier situación que parece tener siempre la misma reacción).”, “Es que no puedo verlo de otra forma, lo siento.”, “Es que así lo he hecho siempre y me ha funcionado.”

Hoy, una persona, quien tal vez no sepa la manera en la que ha contribuido a subir la temperatura al horno de cocción en el que me encuentro, me aconsejó en este sentido. Sin necesidad de citarla textualmente, el mensaje consistía en darme la oportunidad de probarme a mí misma en situaciones antes inimaginadas y permitirme asimilarlas en su totalidad, sin estar previamente condicionada por la creencia de que reaccionaré en cierta forma porque así es mi carácter. Lo fundamental del argumento es recordar que una de las principales características que distingue a los seres humanos de otros animales de la creación es nuestra capacidad de decidir qué haremos frente a determinadas circunstancias; en otras palabras, se refiere a la oportunidad de usar el cerebro y no conducirnos por el mero instinto o el impulso inmediato.

Efectivamente, me he dado cuenta de que no se vale usar el apellido como justificante de una mala actitud, por insignificante y efímera que parezca. No obstante, eso no desvanece por completo el miedo a que, llegado el momento, nos gane el estómago y terminemos por regarla enormemente y tener que arrepentirnos y disculparnos después. Pero el chiste de todo esto es el aprendizaje que queda al final y, como dicen por ahí, “echando a perder se aprende”. Lo importante, lo primordial, entonces, es estar concientes de nuestros más grandes defectos y de lo mucho que podemos hacer para empezar a corregirlos. El cambio no será de la noche a la mañana, pero la conciencia contribuirá a que cada vez la reguemos menos y, sobre todo, a que nos demos cuenta en el momento en que estamos metiendo la pata hasta el fondo.

Parece que la idea de los espejos que se nos ponen en frente para señalarnos nuestros errores de forma clara, pero amable, se ha vuelto una constante en mi vida… O, tal vez, siempre habían estado ahí y fue sólo hasta ahora que me decidí a mirarme en ellos y aceptar el reflejo que proyectan.

Por lo pronto, y dentro de una larga lista, este es uno de mis principales retos en el corto plazo… go figure it out!


domingo, 27 de febrero de 2011

Oh no!

Si alguien ya lo dijo por mí, no puedo hacer más que citarlo.


don’t do love, don’t do friends
i’m only after success
don’t need a relationship
i’ll never soften my grip

don’t want cash, don’t want card
want it fast, want it hard
don’t need money, don’t need fame
i just wanna make a change

i just wanna change

i know exactly what I want and who I want to be
i know exaclty why I walk and talk like a machine
i’m now becoming my own self-fulfilled prophecy
oh, oh no! Oh no! Oh no-oh!

one track mind, one track heart
if I fail, I’ll fall apart
maybe it is all a test
‘cause I feel like I’m the worst
so I always act like I’m the best

if you’re not very careful
your possessions will possess you
TV taught me how to feel
now real life has no appeal

it has no appeal

i know exactly what I want and who I want to be
i know exaclty why I walk and talk like a machine
i’m now becoming my own self-fulfilled prophecy
oh, oh no! Oh no! Oh no-oh!

i’m gonna live, I’m gonna fly
i’m gonna fail, I’m gonna die


martes, 22 de febrero de 2011

De espejos y mudanzas

A veces, lo más difícil en esta vida es que nos pongan un espejo delante y nos obliguen a mirarnos tal cual somos, con todas nuestras virtudes pero, especialmente, con todos nuestros defectos. Y cuando hablo de un espejo, no me refiero precisamente a ese cristalito que refleja una imagen, sino cuando alguien se da a la tarea de convertirse en nuestro espejo personal y reflejar nuestra realidad sin sutilezas ni apreciaciones subjetivas. No es fácil encontrar este tipo de espejos, ni mucho menos tener el valor de mirarse en ellos, pues es ahí en donde encontraremos nuestras mayores debilidades sin pizca de maquillaje.

Paradójicamente, ese momento en el que nos desnudan y nos ponen todas esas debilidades en frente termina por enseñarnos nuestras fortalezas, las cuales probablemente habíamos olvidado en algún cajón profundo. Por lo tanto, ponerse frente a esos espejos es más que necesario en la vida de cualquiera y, aunque no se trata de agradecer con todo el corazón las cosas que nos hayan dicho, vale la pena algún mínimo reconocimiento por las consecuencias positivas que saldrán de ello. Cuando nos sentimos perdidos, cuando alguna pieza del rompecabezas se rehúsa a aparecer, cuando los caminos parecen ser muchos, cuando la fuerza de voluntad se empeña en esconderse, cuando la confusión impide ver el faro que guía el curso, es cuando debemos tener el valor de buscar ese espejo, mirarnos profundamente en él, corregir lo que resulte equivocado y seguir andando hacia adelante. 

No hace mucho tiempo me topé con uno de esos espejos, un par de ellos tal vez, que decidieron ponerse en frente en momentos en los que estaba a punto de olvidar quién soy, qué quiero y hacia dónde voy. Repito: no es fácil, pero termina por ser refrescante: un balde de agua fría que despierta y sacude el hartazgo, los pretextos, la procrastinación y las dudas; un golpe a la cabeza que obliga a las neuronas a reaccionar y al espíritu a levantarse.

Desde hace un par de años tengo muy claras las metas que pretendo alcanzar en mi vida, sin embargo, hay veces en que parecen difuminarse un poco y se empeñan en confundirse, pixelearse, alejarse o, simplemente, aparecer como algo imposible. Pero me di cuenta de que han sido esas metas las que me han conducido hasta donde estoy ahora, las que me han motivado a no tirar la toalla en los momentos más difíciles y las que me han dado el coraje para vencer los obstáculos que se me han puesto en frente.

Ahora que me encuentro en el horno de cocción del liderazgo (sí, así he decidido bautizar lo que serán los próximos 10 meses de mi vida), tiene sentido aquella frase que alguna vez dijo Steve Jobs:

“You cant connect the dots looking forward, you can only connect them looking backwards. So, you have to trust that the dots will somehow connect in your future, you have to trust in something... because believeing that the dots will connect down the road will give you the confidence to follow your heart...”

Las últimas semanas han sido intensas y han implicado replantear muchas cosas a corto y mediano plazo, pero la cima y la montaña siguen siendo las mismas. Los puntos se siguen uniendo, tal vez de formas bizarras e incomprensibles, pero me queda claro que estoy siguiendo mi corazón y que dentro de diez, quince o veinte años que mire hacia atrás, todos estarán claramente conectados y el camino, que ahora parece tan retorcido y confuso, acabará por tener sentido.

Pasé toda mi universidad a punta de repetirme todos los días un par de frases. Tal parece que las dejé archivadas en algún lado durante los últimos meses, pero, afortunadamente, nada en la memoria humana puede guardarse bajo llave y perderse para siempre. Ese cajón está abierto de nuevo, hasta arriba del archivero y listo para seguir escupiendo las frases que motivan a siempre dar un poquito más en esta carrera que llamamos desarrollo profesional y que, al fin de cuentas, es la vida. 



domingo, 13 de febrero de 2011

Cupido perdió la puntería

“Today is a holiday invented by greeting cards companies to make people feel like crap”
Joel Barish (sobre San Valentín)

Las fechas y el estado de ánimo actual exigían escribir algo relacionado a la efeméride dedicada a Cupido. Es curioso, porque todos los años suelo esperar con ansias esta fecha para que, por lo menos por un día, se justifique mi constante derrame de miel y cursilería. Vale la pena mencionar que en mi vida sólo he pasado un 14 de febrero verdaderamente enamorada y feliz de estar con una persona, preparando los regalos y haciendo planes para ir a cenar románticamente. Sin embargo, este año ha sido diferente, pues no sólo no he esperado la llegada de este día con impaciencia, sino que ha habido momentos en que me gustaría brincármelo en el calendario y simplemente pasar del 13 al 15. ¿La razón? Además de la ausencia de alguien a quien decir “be my Valentine”, es la pesada sensación de que algo falta, que el rompecabezas está incompleto y que la pieza perdida podría significar un importante cambio en mi vida, alguien con quien compartir todo por lo que estoy pasando (que es mucho como para soportarlo yo sola).

Nunca he sido, y me rehúso a ser, de esas personas que reniegan del Día del Amor y la Amistad, diciendo que es sólo producto de la mercadotecnia para justificar vender globos, tarjetas y chocolates tres veces más caros de lo que costarían cualquier otro día. Aunque no creo que necesitemos de una fecha específica en el calendario para celebrar el amor, siempre me ha gustado que esa fecha exista y nos otorgue un motivo más para demostrar a todos el cariño que sentimos por determinadas personas y agradecerles su compañía. El amor y los amigos son algo esencial en la vida de cualquiera y vale la pena tener un día al año que nos obligue a recordarlo. Si de algo puedo echarle la culpa a la mercadotecnia es de haber borrado la parte de la “amistad” en el festejo y dedicarlo sólo a los enamorados.

El 14 de febrero de este año será para mí un día como cualquier otro, sólo que con un poco más de trabajo de lo normal y demasiadas cosas en la cabeza en qué pensar. Probablemente ni tiempo tendré para recordar que Cupido no se ha dignado a visitarme en un tiempo, pero no deja de ser un pequeño zumbido constante en mi cabeza. Y dicen que las cosas llegan a su tiempo y que más vale dejar de buscar; y dicen que más vale sola que mal acompañada; y dicen que no debemos derramar lágrimas por nadie pues quien las merezca no nos hará llorar; y dicen… Pero la fotografía sigue estando incompleta y la sombra oscura que aparece a mi lado sigue sin terminar de decidirse a definirse y colorearse.

Al respecto, no sé si echarle la culpa a Cupido o a la falta de un manual para entender a los hombres y descifrar cada una se sus señales. Últimamente me ha hecho falta ese pequeño libro de instrucciones, pues todo parece indicar una cosa y al final resulta exactamente lo contrario. El que parecía estar muy interesado, pero no se decidió a respetarme y poner las cosas en claro; el que conocí un día y me buscó al día siguiente, pero después desapareció de la faz de la tierra; el que me buscó constantemente y me invitó a salir un par de veces, pero después pasó a ser un poco menos que un amigo; el que sólo se digna a dirigir la palabra cuando estamos en una fiesta y hay bebidas espirituosas de por medio; el que resultó ser un porteño increíble para hacer de un viaje una experiencia inolvidable, pero que ni siquiera ha aceptado la solicitud de amistad en Facebook; y el que todavía no se digna a cruzar por mi camino.

Sin embargo, a pesar de los madrazos, me rehúso a cambiar. La vida se ha empeñado en quitarme la ilusión, pero he decidido aferrarme a ella, pues perderla sería como perder mi esencia y una de las partes más importantes de mí. Y a este paso, ese manual terminaré por escribirlo yo… Eso, o esperar a que Cupido se cure su miopía y por fin atine una de las miles de flechas que me ha lanzada pero que no atinan bien el objetivo. 


lunes, 31 de enero de 2011

Mente vs. corazón 2.0

Hace un par de semanas apareció en mi TL de Twitter lo que se supone es “el chiste del día”. Los 140 caracteres que leí me parecieron todo menos chiste, incluso diría que compite por ser una de las grandes verdades de la vida con las que uno se topa por casualidad cuando menos lo espera.

“El cerebro es el órgano más destacado. Funciona 24 horas, 365 días al año, desde su nacimiento… hasta que se enamora”

Una vez más queda comprobado que la diversión acaba y los problemas empiezan cuando tenemos que poner de acuerdo al cerebro y al corazón. Si llegamos a este punto es porque algo en el rompecabezas no termina de embonar. Es decir, nos hayamos frente a una situación en donde la opción correcta parece la peor, y la incorrecta es la que más agrada… o viceversa. Confusión, coraje, risa, llanto, nervios, dolor y unas ganas constantes de mandar todo al demonio y hacer lo que sentimos seguidas de una convicción latente de que acabaremos mucho peor de lo que empezamos.

Mi vida ha sido eso los últimos días. La cabeza le ganó al sentimiento y en un momento de valor, lucidez o ceguera (que aún no me queda claro) tomé una decisión de la cual creo que me arrepentí a las pocas horas (que tampoco me queda claro). Desde entonces me debato entre dos opciones: 1) mantener mi postura, por más que cueste trabajo; 2) dar mi brazo a torcer, por más humillante, incómodo, inmoral y doloroso que sea. Estos últimos adjetivos parecieran indicar de manera clarísima cuál es el camino a seguir, pero aún así es difícil decidir elegirlo.

Y así, un día gana uno y al siguiente, el otro. Lo único claro es que nada se siente bien y todo parece excesivamente monótono, planeando estrategias que no funcionando e imaginando escenarios que nunca llegan. ¿Y la ilusión? Eso que une a la cabeza y al corazón cuando las cosas marchan bien, se esfuma por completo cuando empiezan a pelear… ésa es la principal razón por la que todo deja de ser divertido, pero no es sencillo volverla a encontrar. 



Independientemente de quién cante la canción y la cuestionable calidad musical de la misma.... me identifico plenamente con la letra en estos momentos.

miércoles, 12 de enero de 2011

Raise your glass if you're wrong in all the right ways

Temptation usually comes in through a door that has deliberately been left open.
Arnold H. Glasgow


El dicho dice “nunca digas nunca”… Es imposible estar seguros de que lo que bautizamos como “último” efectivamente será lo último y que no repetiremos esa acción en el futuro. He recurrido a las situaciones hipotéticas una, dos, tres veces y, de hecho, la tercera vez que lo hice comenté que esperaba que fuera la última. Pues resulta que no y que hoy regresaré a ese pequeño universo paralelo, con determinados personajes, que decidí crear en algún momento para contar mi historia… eso sí, sin olvidar que es hipotética (guiño!).

Fernandita se encuentra en uno de los momentos más confusos (en todos sentidos) de su vida. Como suele hacer en estos casos, decidió leer cuanta cosa se le pusiera enfrente que ella hubiera escrito en el pasado con el fin de re-encontrarse y recordar de dónde viene y hacia dónde quiere ir. Para su sorpresa, Fernandita se encontró con algunas viejas historias en las que no pudo evitar verse reflejada, de una forma igual o peor de incómoda, pero desempeñando ahora el papel antagónico. Sí, Fernandita es ahora Juanita. Al recorrer la mirada por esas líneas no pudo evitar recordar lo mucho que había sufrido en el pasado y las veces que había prometido nunca hacer lo mismo que le estaban haciendo a ella en esos momentos; recordó también los argumentos que pudo dar para afirmar que sólo era necesario un poco de sentido común para evitar encontrarse en una posición similar. Ante tan incómodo hallazgo, Fernandita intentó buscar todas las justificaciones posibles y cualquier indicio de que lo que ella hacía ahora era diferente, que no estaba actuando tan mal como podría parecer. No obstante no hubo justificaciones suficientes que la convencieran de que podía seguir jugando el mismo juego y esperar que no hubiera consecuencias. Y fue entonces cuando llegó lo peor: darse cuenta de que ella no es eso, no tiene porqué serlo, no quiere serlo… Sabe perfectamente que empezó a cavar su propia tumba desde el primer beso (tal vez antes); no necesita que nadie le diga hacia dónde se dirige, pues lo sabe perfectamente; no necesita que le anticipen cómo van a terminar las cosas, pues también lo sabe: alguien va a acabar llorando y, definitivamente, no va a ser él.

La vida suele ponernos a prueba de muchas formas, siendo cada reto más difícil y sorprendente que el anterior. Pareciera que el peor examen que puede ponernos la fuerza que rige el universo es retar nuestra voluntad, tentarnos con la manzana más apetitosa para después mostrarnos que es la más venenosa. Pero, ¿por qué habríamos de alejarnos si resulta tan agradable estar cerca de ella? La respuesta es simple: porque por más que lo intentemos, siempre acabaremos mordiéndola. 




martes, 4 de enero de 2011

My own personal brand of sunscreen




Es un discurso/canción/mensaje/filosofía de vida que recordé mientras subía el post y decidí que puede estar padre tenerlo en mente).

Pues la tradición dice que en estas fechas uno debe hacer una larga lista de propósitos que, en el mejor de los casos, cumplirá a la mitad menos de la mitad de ellos. Hace muchos años que no escribo esa lista, sin embargo decidí que este año será diferente en todos lo sentidos, por lo que retomaré el viejo hábito. Además de los clásicos propósitos (como hacer ejercicio y comer más sano) y los obligatorios (como acabar la tesis, conseguir trabajo y titularme), este año tengo muchas más metas en la cabeza, bastante más concretas y con fechas establecidas para cumplirlas.

En esta entrada quiero concentrarme en un propósito en particular que, de alguna manera, engloba todo lo demás y puede ser una buena forma de empezar a vivir este año. La idea es no tomarme las cosas tan en serio, así de simple. Aclaro que tampoco se trata de tomarlas a la ligera, sino simplemente de dejar de preocuparme por anticipado y empezar a disfrutar cada momento. Me explico:

Los últimos meses del año pasado me di cuenta de que gran parte de mis corajes, berrinches, depresiones y enojos no estaban fundamentados en otra cosa más que en mi obsesión por correr antes de siquiera saber caminar. Me empeñé en crear competencias en donde no las había y buscar rivales en donde no los tenía. Olvidé que la única carrera que estoy corriendo es contra mí misma y que los únicos tiempos que deben importarme son los que yo establezca para mí. Me dejé dominar por mis miedos e inseguridades, permitiendo en el camino que muchos me pasaran encima y me enterraran más la cara en el lodo en el que yo misma la había metido.

Pero al final me di cuenta de que no tenía ninguna necesidad de ello; de que sé quién soy y (más o menos) lo que quiero… lo único que necesito mirar de vez en cuando para no olvidarlo es un espejo. Y fue en ese momento en que me empecé a divertir, lo empecé a disfrutar y, curiosamente, las cosas empezaron a fluir y funcionar de una manera diferente y, en definitiva, mejor.

Hace tiempo escuché una frase que decía algo así como que el éxito no está en la cima de la montaña, sino en el camino que se recorre para llegar a ella. Yo ya estoy en mi montaña y decidí que voy a disfrutar cada paso hacia la cima. Seguro habrá tropezones, caídas, retrocesos y cambios de ruta, pero mientras me mantenga en esa montaña, sólo se trata de seguir hacia delante. Así que, on y va!!