C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

lunes, 2 de marzo de 2009

De arcos y planos

Muchas veces, no hace falta más que una plática con un buen amigo y un par de cervezas para descubrir grandes verdades de la vida. Hace un par de días, durante uno de los mejores fines de semana que he tenido en mi vida (como siempre, con mis amigos/hermanitos) un amigo, sin darse cuenta probablemente, dijo algo completamente iluminador para mí… y como toda cosa iluminadora, se quedó dando vueltas en mi cabeza, haciendo que me preguntara infinidad de cosas. Mientras hablábamos del amor y compartíamos experiencias (siempre con las dos cervezas), mi amigo dijo, mutatis mutandi, lo siguiente: “el amor es como un arco: si los extremos se juntan demasiado, la figura desaparece y se rompe; si los extremos se separan mucho, el arco desaparece y se convierte en una línea recta y plana.” Mi respuesta fue: “nunca lo había visto así, pero tienes razón.” Y así, me di cuenta de que no necesito leer las grandes obras de filosofía que se han escrito para descubrir muchas grandes verdades que, de cierta forma, pueden cambiar la perspectiva que tenemos sobre ciertos temas. Y, cabe aclarar, mi amigo es todo menos filósofo.

El amor es un arco. ¿Qué tipo de arco? ¿Qué tan separados deben estar los extremos? ¿Cómo darnos cuenta si se está perdiendo la figura; si se está rompiendo o se está aplanando? ¿Se puede volver a obtener el arco perfecto una vez que se deshizo? Se supone que, en todo aspecto de la vida, no hay que irse a los extremos, sino mantenerse en el punto intermedio; el justo medio, como diría Aristóteles. Sin embargo, no tenemos muy clara la forma en que hay que descubrir o establecer ese punto medio, llegar a él y quedarnos ahí; los extremos, cual polos magnéticos, parecen estar jalando de nosotros todo el tiempo y atrayéndonos hacia su campo de fuerza, tan destructivo muchas veces. En este sentido, y hablando del amor, me inquieta más cuando los extremos se juntan demasiado, pues creo que es cuando más se pueden complicar las cosas. Si el arco se está aplanando, si los extremos se separan cada vez más, puede ser que no haya amor en realidad, que esté muriendo, que se esté olvidando, o que, simplemente, cada punta haya encontrado un nuevo camino. Y, aunque no digo que sea fácil, puede resultar menos desgastante y depresivo que enfrentarse a una ruptura total de lo que se estaba construyendo y que, accidentalmente, se dejó acercarse hasta el punto de quiebre, hasta cuando sólo quedan unas líneas paralelas.

En las relaciones, se dice y se sabe, la dependencia mutua es mala. El amor se trata de compartir la vida propia con otra, complementar, apoyar, motivar… no de olvidarse de uno mismo y vivir por y para la otra persona, única y exclusivamente. Una relación no se trata de volverse uno al grado de que ninguna de las partes pueda existir sin la otra. El amor es la suma de dos, que resulta en algo hermoso que motiva a ambas partes a tomarse de la mano y avanzar juntos, pero cada quien dando sus propios pasos. Y las complicaciones empiezan cuando, aun sabiendo esto, nos esforzamos por unir tanto los caminos que deje de distinguirse el que cada uno debe caminar por su cuenta; nos empeñamos en ser ese “uno” que puede terminar por destruir a los dos. Y, todavía peor, ese esfuerzo inconsciente que hacemos se siente bien; tan bien, que no nos damos cuenta de lo malo que puede resultar y de que hay que ponerle un alto. Y así, podemos llegar al quiebre, a que el arco se rompa y no se pueda volver a pegar.

Quisiera no romper los arcos, y tampoco dejar que se aplanen; sin embargo, al parecer, es algo difícil de controlar o, por lo menos, de detener si ya sucedió. Al parecer, es otra de las múltiples complicaciones que hacen del amor algo tan único y especial. He aquí una cosa más que he descubierto de este sentimiento y que espero tener en mente en el futuro… hasta en el amor (si no es que, sobretodo en el amor) hay que aprender a no cometer los mismo errores dos veces. Recordemos, pues, nuestras clases de geometría e intentemos vivir en arcos perfectos que no se rompan ni se aplanen… que no desaparezcan.

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