C'est moi



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sábado, 21 de febrero de 2009

Instrucciones para llorar

"Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos."

Julio Cortázar

Sin ofender a Cortázar, no podría estar más en contra de su instructivo… y lo he intentado seguir. El llanto, creo, no es algo que se pueda controlar, manejar, programar. Es como si algún ingenuo intentara hacer un instructivo para reír (y ya se ha hecho). Los sentimientos y las reacciones que conllevan están fuera, completamente, del control humano. Si tenemos ganas de reír, de llorar, de gritar, de sonreír, de gruñir… lo más que podemos hacer es reprimir el sentimiento un momento, pero saldrá, sin control, tarde o temprano.

Hablando del llanto (tema en que casi tengo un doctorado), se pueden decir infinidad de cosas. Cada persona tienen su llanto, su forma de llorar, su lugar para hacerlo; hay quienes lo hacen gritando, en susurros, a solas, en público. El llanto puede llegar a tener tanta fuerza que podemos llegar a llorar sin darnos cuenta; simplemente, en algún momento, descubrimos nuestras mejillas humedecidas de agua triste. Los mocos, como dice Cortázar, son parte del proceso; sin embargo, en mi caso, sonarse enérgicamente no los detiene. El llanto, en su autonomía, decide cuándo es momento de detenerse: puede ser una sonrisa, un abrazo, la victoria del sueño, simple cansancio, darse cuenta de que no hay nada porqué llorar, olvidar el motivo de las lágrimas y, muchas veces, porque el cuerpo se seca y ya no sale más.

Aunque no lo puedo controlar, y estoy muy conciente de ello, hay algo del llanto que me molesta muchísimo, incluso más que el mero acto de llorar. El llanto siempre deja huellas. Es más fácil esconder el llanto antes de que suceda, que después de que ha ocurrido. Dependiendo la duración e intensidad, las marcas visibles pueden ser: ojos hinchados, pestañas húmedas, maquillaje corrido, cara enrojecida, nariz hinchada, voz gangosa y mal aspecto en general. Así, aunque queramos, aunque roguemos por una máscara de alegría, el mundo siempre podrá saber que hemos llorado e, inevitablemente, iniciará una cascada de preguntas, consejos, opiniones y apapachos. Por eso prefiero llorar sola y en las noches, que la almohada sea el único testigo de mi drama y, finalmente, esperar que llegue el sueño y se lleve el dolor… aunque sea por unas horas.

4 comentarios:

  1. sonría, de verdad, pues usted se ve mucho más bonita con una sonrisa en sus labios, Srta. con ojitos de estrella.

    Sr. Bravo

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  2. Estoy de acuerdo con Ruso y también lo estoy contigo. Yo paso del llanto de locura al de la risa... y sin mocos.

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  3. O sea, lo que hay que comprender es que el texto de Cortázar es un texto irónico, leer entre líneas, sería.

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  4. Lo que más odio del llanto, junto con la huella que deja, son los mocos. Le quitan todo el sentimiento al asunto; prácticamente me olvido de las lágrimas por buscar un pañuelo. Al igual que tu, prefiero llorar sola que mostarme con un aspecto tan deprimente.

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