C'est moi



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miércoles, 11 de febrero de 2009

Un día normal

La Ciudad de México ya no es la más grande del mundo, sin embargo, si hubiera un ranking de cosas increíbles que se pueden ver en algunas urbes, seguramente estaríamos en los primeros lugares. Hoy me tocó ver un par de escenas que, verdaderamente, me sorprendieron… decidí verlas desde el lado positivo y reírme en vez de hacer corajes. En serio, no hay duda de que los mexicanos tenemos lo que nos merecemos; lo cual me recuerda un video que vi hace poco, cuyo mensaje me pareció atinado. En pocas palabras, la idea es esta: no importan los gobernantes que tengamos, ni el partido que gane las elecciones; la materia prima para gobernar somos todos los mexicanos y, mientras los mexicanos no cambiemos en lo individual, México no va a mejorar.

En primer lugar, he descubierto por qué los niveles de educación y el rendimiento académico de los alumnos es cada vez peor. Hoy no era viernes, ni sábado, ni domingo, ni puente, ni Semana Santa, ni Pascua, ni ningún tipo de festividad que permitiera olvidar la tarea y disfrutar una tarde libre. En un día entre semana, a las 5 de la tarde, cuando los niños (y no tan niños, mas no universitarios) deberían estar haciendo tarea, los Starbucks están atiborrados (as in verdaderamente llenos) de jóvenes adolescentes que prefieren pasar la tarde luciendo el coche de papi, las bolsas de diseñador, la papa en la boca y la idea de que son dueños del mundo… a los 16 años. Si una “señorita” de no más de 16 años puede tener intrigadas a sus amigas con su plática de cómo chocó la última vez que fue a Acapulco y cómo tuvo que dar su celular en garantía del pago de los daños, creo que no queda mucho que esperar de la juventud mexicana. Si un niño de 17 años (calculo) es la sensación porque trae coche y va a hacerla de chofer con todas sus amigas, creo que no podemos confiarnos en que tendremos un futuro mejor.

Lo más interesante, sorprendente e, incluso divertido es ver que EFECTIVAMENTE estos individuos se sienten amos y señores del universo. Y, yo me pregunto, ¿cuándo y cómo se darán cuenta de la realidad? ¿Qué va a pasar cuando eso suceda? ¿Regresarán a formar parte del grupo de jóvenes a cuyas manos se entregará el país en unos años, teniendo la certeza de que sabrán qué hacer con él? Aunque no tengo respuestas para estas interrogantes, sí tengo más anécdotas de mi día tan divertido en esta tan maravillosa ciudad… y esto, de verdad, es muy divertido.

Obviamente, pues no puede ser de otra forma, estaba atorada en el tráfico, bien formadita en la fila de la salida a la lateral en la que me tocaba salirme. Como la mayoría de las salidas en esta ciudad, ésta era de un solo carril. La camioneta que iba enfrente del que iba delante de mí creyó que traía una bicicleta y podía pasar por un lado del automóvil que también se encontraba formado EN EL CARRIL para salir. Obviamente, le pegó y ¿por qué no? decidieron pelearse ahí mismo, obstruyendo la salida de una importante avenida. ¡Y fue un pleito largo! Hasta se bajaron los copilotos de ambos vehículos, quienes, junto con los conductores se encaminaron de regreso a sus carros cinco veces diferentes, sin decidirse a terminar el conflicto, y regresando a gritar más cosas. Pero eso no es todo. Obviamente, un taxi decidió que él no debía hacer la fila para salir a la lateral y, mientras se intentaba meter en segunda fila delante de mí, se dio cuenta del percance. El taxista, después de cinco segundos ininterrumpidos de claxón inservible, decidió bajarse a solucionar el conflicto… ¡esos taxistas, siempre tan amables! Y así, siguió la pelea, pero ahora con réferi. Y yo, mientras, me reía. ¿Qué más podía hacer? Finalmente, aproximadamente cinco minutos después, los involucrados vieron que había una pequeña probabilidad de que estuvieran causando un verdadero caos vial y decidieron subirse a sus autos y terminar el conflicto. ¡Vaya!

De verdad, ¿estamos concientes de que el país se está yendo al carajo? Días como hoy, aunque divertidos si se les ve con filosofía, son para deprimir a cualquiera. Vamos, todos podemos hacer un pequeño esfuerzo, que si no, acabaremos histéricos o, en su defecto, muertos de risa en un psiquiátrico, pues días así suelen ser la normalidad en esta inmensa cuanto caótica ciudad.

3 comentarios:

  1. ¿Acabaremos histéricos? Para mí que eso sucedió ya hace mucho tiempo. Por lo que cuentas opino que los integrantes de ese diálogo de sordos me parecieron demasiado reflexivos, o más de lo normal. Sobre los adolescentes y los Starbucks yo no me quejo, mejor así que se la pasen confinados en esas cavernas y no perturben la paz social de los otros.

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  2. Que lástima que tengas una visión tan reducida de las cosas. Hay que ver más allá, si algo esta jodido es por la gente que señala a aquel que esta "mal", cuando no lo ve en el mismo.

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  3. jajaja me caes bien desi... te quiero :)

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