C'est moi



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miércoles, 4 de febrero de 2009

De cosas importantes

He escuchado infinidad de veces frases del tipo: “vida sólo hay una”, “vive el momento”, “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, “disfruta cada momento, pues puede ser el último”, etcétera. El significado subyacente a estas frases (y todas las que se les parecen) es hacer las cosas que queremos, que nos gustan, que necesitamos y que sentimos en el momento en que las queremos, nos gustan, las necesitamos y las sentimos. Se supone que, de no seguir estas ideas, puede que lleguen el arrepentimiento y los hubieras. Sin embargo, muchas veces, también nos aconsejan no hacer algo porque no vale la pena, no tiene importancia, es algo sin sentido o no ganamos nada con hacerlo. Así, aunque se sienta el impulso, casi incontrolable, de emprender ciertas acciones, la sociedad nos limita… ¡Vaya novedad! Pero ¿de verdad hay cosas que no vale la pena hacer? ¿Qué pasa cuando cada milímetro de nuestras entrañas nos exige hacer algo y, al mismo tiempo, la gente alrededor nos aconseja no hacerlo? Y no hablo de tatuajes, pintarse el pelo de morado o ponerse unos pantalones con estampado de leopardo. Me refiero a cosas que nos pueden dar tranquilidad espiritual, un sentido de victoria y, a veces, libertad.

Algunos ejemplos, para hacer esto un poco más claro:

Mentarle la madre, jalarle los pelos y enterrarle las uñas a la mujer que intenta bajarte al novio, que ha logrado provocar más pleitos que cualquier otra cosa que pudiera haber pasado y que, además, decide mantener un bajo perfil y comportamiento hipócrita cuando todos saben sus negras intenciones.

Gritarle al hermano fregón que cada dos días amanece con ganas de hacernos la vida miserable, criticar todo lo que hagamos, burlarse de lo que salga mal y no ayudar cuando se le necesita.

Dar media vuelta y regresar a enfrentar a la persona que nos viborea y grita cosas en nuestra contra cuando pasamos a su lado.

Hablarle al ex-novio (no importa cuál, ni qué tanto tiempo después) para informarle lo mucho que nos lastimó y lo mucho que siguen doliendo sus errores y malas selecciones de palabras.

Tocarle el claxon y bajarnos a pegarle al conductor del coche de enfrente que decidió ir a dos por hora sólo por molestarnos y hacernos perder la paciencia.

Y así, se me podrían ocurrir infinidad de ejemplos de situaciones que “no tienen importancia”. Dicen que se trata de un asunto de madurez e inteligencia; que si demostramos que algo nos afecta le estamos dando una satisfacción a la persona que nos molesta y, entonces, continuará haciéndolo… no estoy de acuerdo, incluso con madurez e inteligencia, las personas siguen molestando. Me pregunto: ¿qué podríamos perder si un día nos levantamos, nos dirigimos hacia el ser que nos esté perturbando, lo enfrentamos y le dejamos claro que ya fue suficiente y que no estamos dispuestos a seguirlo soportando? Creo que por lo menos tendríamos la satisfacción de no habernos dejado menospreciar, de haberle mostrado al mundo que no somos tapete de nadie y que jamás nos permitiremos serlo.

Creo que todos tenemos a nuestra “persona incómoda”, supongo que es parte de aprender a vivir y enfrentarnos a los obstáculos que se nos puedan poner en el camino. Pero ¿cómo vamos a aprender a enfrentarlos, levantar la voz y no dejarnos pisotear si no les damos importancia? No importa si la sociedad dice que no vale la pena y que es mejor seguir nuestro camino sin voltear; si una persona ha logrado echarnos a perder una parte de nuestra vida, destruir algo hermoso, hacernos dudar de nosotros mismos y producir cantidades impresionantes de bilis ¿por qué habríamos de dejar que siga tan campante su camino sin hacerle saber el daño que ha causado? No sé si eso sea “entregarle la victoria”, pero, por lo menos, a mí me daría tranquilidad.

1 comentario:

  1. A gritar, a gritar entonces :):) Tienes toda la razón, jamás lo había visto desde esta perspectiva y, curiosamente, es algo que siempre he hecho... Para poder romper con algo, es verdad, primero hay que darle la importancia necesaria de que debe ser destruido (otra vez, Hegel aparece por aquí, hay que reconocerlo como tal). Me haces pensar... entre muchas otras ;);).

    No te amo, mi vida!!
    Felicidades
    malayito

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