C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

miércoles, 14 de enero de 2009

Doler el alma

La mayoría de las religiones del mundo prometen una vida después de ésta. Ya sea el paraíso, la vida eterna, el infierno o la reencarnación, se supone que nuestra paso por (al menos) este mundo no termina con la muerte. No hay duda de que el cuerpo permanece, se pudre; no nos lo llevamos, no nos pertenece. Entonces, hay algo que debe hacerlo, algo que debe continuar viajando, volando, caminando, existiendo, tal vez, siendo. Algunos llaman “alma” a ese algo. Yo no sé si de verdad tengo un alma, mucho menos cómo es o dónde está; sin embargo, creo que el otro día me dio una señal de vida: me dolió. Me dolió el alma. Mientras estaba en una reunión (que no quiero recordar), replanteando mi vida y tratando de ser fuerte, me empezó a doler.

Alguna vez, perdiendo el tiempo en la mañana, escuchaba a ese profesor de yoga que anuncia aceites decir que, para aliviar un dolor primero hay que identificarlo y definirlo (agudo, fuerte, constante, punzante). Si definir un dolor físico, tal como ese sujeto recomienda, es verdaderamente complicado, me parece casi imposible definir la forma en que dolió mi alma. Se sentía como un dolor en el pecho, de esos que aprietan el corazón e impiden respirar. Era similar a la sensación de nervios extremos, sólo que no era en el estómago y, definitivamente, no había mariposas. El estómago se me cerró y no pude cenar. La boca se me secó y ya no pude fumar. La garganta se hizo nudo y ni el buen vino podía pasar. Intenté respirar profundamente, calmarme, incluso reír y acallar mis pensamientos; todo resultó imposible. Mi cabeza empezó a estallar.

¿El alma es más poderosa que el cerebro? Creo que, de cierta forma, mi cerebro fue el causante del dolor. Lo que estaba pensando, las imágenes que pasaban en mi mente, la mala selección de música, y el fallido intento de imaginar un futuro alegre, iniciaron los malestares. Pero, después, el dolor cobró fuerza propia y no conozco un analgésico para eso. Creo que el cerebro planea y el alma presiente; el cerebro grita y el alma duele. Cuando los dos dejan de funcionar, cuando ambos prevén un mañana oscuro, el cuerpo pierde y la razón se esfuma. Y el cerebro puede dejar de pensar, pero el alma no puede dejar de doler. El cerebro, incluso, puede olvidar; el alma no es fácil de sanar… sigue doliendo.

2 comentarios:

  1. Prima, ahora si no sé que decirte, demasiadas almas para tu primo

    ResponderEliminar
  2. Pocas veces sentimos dolor en el alma, el ser es indefinible y estas sensaciones van mas allá de lo real.Invaden el mundo de lo existencial.
    Hoy experimenté esa sensación y es como si no
    quisieramos ser lo que somos.El artículo es muy bueno.

    ResponderEliminar

Visiones compartidas