C'est moi



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jueves, 22 de enero de 2009

¿Dónde está la ciencia cuando se le necesita?

Estando cercanos a concluir la primera década del siglo veintiuno, es simplemente impresionante voltear y ver la cantidad de ciencia que está a nuestro alrededor. Autos, aparatos, medicinas, efectos especiales, viajes al espacio (incluso turísticos), clones, híbridos animales que quién sabe para que sirven, etcétera. Cada día que pasa hay nuevos experimentos, descubrimientos, creaciones, tecnologías y cualquier cantidad de cosas que, se supone, facilitarán un poco nuestro paso por el mundo. Y si cada “hoy” hay algo nuevo, podemos esperar que cada “mañana” traiga algo aún mejor. Yo no dejo de esperarlo, pues, probablemente, alguno de esos maravillosos inventos pueda ayudarme un poco.

El otro día encontré una frase de Bertrand Russel que dice: “la ciencia puede poner límites al conocimiento, pero no debe ponerlos a la imaginación”. Probablemente será el estado de ánimo corriente, mera coincidencia o consecuencia de alguna fuerza extraña que se apoderó de mi cerebro, pero creo estar completamente de acuerdo con el Sr. Russel. ¿Cuántas veces no hemos visto Los Supersónicos y hemos imaginado cómo sería vivir así? En mi caso, siempre he querido tener el cinturón con cohete integrado que se amarra Cometín para volar. Agradeciendo que, en este mundo de prohibiciones, responsabilidades y consecuencias de todo, aún tenemos la posibilidad de imaginar sin ataduras, no debemos ser nosotros quienes pongan los límites. Seamos niños, pues, e imagines todos aquellos artefactos que, si inventados, podrían hacer nuestra vida un poco mejor.

Con esta idea en la cabeza, tras haber ingerido grandes cantidades de Coca-Cola y nicotina (nada más), me puse a imaginar qué sería lo que le podría pedir a un genio (de lámpara o laboratorio) en estos días en que la cabeza, el corazón, el alma y el cuerpo duelen tanto. Mi deseo sería un scanner de sentimientos. Sería así como uno de esos aparatos que toman tomografías que lograra entender y desbaratar la maraña de ideas, pensamientos y sentimientos que suele haber mezclados en mí. Sería una forma mucho más sencilla, y menos desgastante que las noches en vela, de eliminar la confusión y acercarme a respuestas.

Sería verdaderamente maravilloso poder invertir media hora de nuestro día en ese chequeo y terminar con un papelito que dijera algo así como:
Enojo: 30%
Tristeza: 20%
Amor: 30%
Coraje: 15%
Celos: 5%... o lo que sea.

Estoy segura de que el cerebro manda diferentes señales con cada emoción que siente. Pero el cerebro ya tiene bastante con sentir todo como para, además, tener que descifrarlo y ordenar la confusión. El aparato que imagino sería el complemento perfecto para esta actividad cerebral y un analgésico útil para mi alma, que sigue doliendo. Imploro a la comunidad científica a que haga mi sueño realidad. No puede ser tan difícil. Un amigo de Pepe se ganó una beca para estudiar la maestría en Holanda por tener un proyecto que, también mediante un escaneo y un código de colores, identifica cualquier enfermedad que tenga cualquier organismo del cuerpo humano. Vamos… alguien por ahí debe ser capaz de desarrollar lo que yo imagino.

1 comentario:

  1. Pues no soy muy buano a la hora de diseñar aparatos y programarlos. Lo que puedo hacer por ti es darte chocolate y despues hacerte un encefalograma y veremos si es cierto el mito que habla de que es mas placentero un beso que un chocolate. Me gustan mas los besos pero los chocolates me hacen sentir bien por horas.

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