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jueves, 24 de septiembre de 2009

México ¿lindo y querido?

Aún no acaba el mes patrio, por lo que este post no está fuera de lugar. Aunque, en realidad, debería preguntarme ¿por qué he de justificar escribir sobre México con el argumento de que estamos en este mes tan importante en nuestra historia? La respuesta, tristemente, es que pocas veces sentimos un gran patriotismo, un orgullo genuino, por este país, por su gente, su historia, sus costumbres, su comida… su todo. Por lo general vivimos viendo lo malo, cuestionando cualquier cosa y nada, quejándonos de todo y, en algunos casos, deseando poder salir corriendo de aquí a la primera oportunidad. Y no estoy negando que hay muchas cosas en México que están mal, terribles; sin embargo, llega a ser reconfortante cuando podemos apreciar verdaderamente todo lo bueno que tiene y, más aún, compartirlo y presumirlo con gente que no lo conoce.

Durante el último mes, en una experiencia de guía de turista permanente, descubrí lo divertido que puede ser contar la historia de mi país y lo mucho que se puede aprender cada vez que, por ejemplo, visitamos el Centro Histórico de la Ciudad de México. En estos días fui constantemente cuestionada sobre la forma de vida de los mexicanos y los aspectos más cotidianos de ella; en el acto me descubrí argumentando fervientemente a favor de México. Me di cuenta de que, tristemente, todavía hay muchísima gente en el mundo que piensa que “el mexicano” equivale al indio abajo del nopal, a que en ninguna forma se puede hablar de un mexicano rubio y que es completamente incomprensible pensar que nuestro presidente no sea de piel oscura. Sí, por más inverosímil que suene, hay personas del otro lado del charco que me preguntaron y se sorprendieron con respecto a estas cuestiones y otras similares.

Hace un par de semanas, en una de esas experiencias que cambian nuestras perspectivas de todo, después de haber visto una presentación del Ballet Folklórico de Amalia Hernández ante más de 1000 visitantes extranjeros, descubrí que hay momentos en los que uno se siente completamente orgulloso de su país y disfruta al ver las caras de admiración y asombro de los extranjeros que no esperaban encontrar algo así en estas tierras aztecas. Conversando sobre este sentimiento con una amiga, llegamos a la conclusión, triste o decepcionante tal vez, de que nosotros podemos criticar todo de México eternamente, pero jamás permitiremos que alguien más lo haga, que alguien ataque sus costumbres, su esencia.

Probablemente México esté en un gran hoyo negro que a muchos preocupa, frustra, decepciona y enoja; no obstante no deberíamos olvidar todo lo bueno que tenemos para presumir, disfrutar y admirar. No debemos esperar a que llegue un extranjero a criticarnos para defendernos. No debemos sentirnos patrióticos sólo un mes al año. Finalmente de aquí somos y aquí vivimos; a disfrutarlo y, por difícil que resulte a veces (muchas veces), ver el lado bello y sonreír al respecto.

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