C'est moi



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domingo, 6 de septiembre de 2009

Cosas del destino

Fate is not satisfied with inflicting one calamity
—Publilio Siro

Hay días en que simplemente parece que no podemos planear nada, que no podemos tener control sobre nuestro camino. Hay veces que resulta imposible comprender la razón de los acontecimientos, su injusticia y la forma en que pueden echarnos a perder un momento importante. Hay momentos, muchos, en que sentimos que no podemos escoger el rumbo, los horarios, las actividades… todo parece estar diseñado por una fuerza superior que, simplemente, nos limita a una posición reactiva. Esa fuerza, esa cadena que nos encierra en su campo de atracción y nos condiciona a la resignación se llama, comúnmente, destino.

Hay un gran debate sobre si el hombre hace su propio destino o si, por el contrario, cada ser ya tiene una ruta predeterminada y no le resta más que caminarla sin quejarse. La discusión gira en torno a si hay un algo superior que nos ha impuesto una “misión” o si, por el contrario, cada acto y opción que escogemos en la vida nos determina como personas y nos construye—destruye y reconstruye—cada día. En lo personal, creo que pertenezco al grupo de los que afirman que cada cual crea su propio destino; todos tenemos la oportunidad de escoger nuestro camino y las consecuencias son enteramente nuestra responsabilidad. En todo caso, pensar que hay un destino predeterminado para cada uno de nosotros me parece algo simple, derrotista, mediocre, chafa… completamente sin sentido. Pues, ¿qué sentido podría tener vivir y disfrutar de este andar por el mundo si no fuéramos capaces de escoger la meta hacia la que nos encaminamos?

Sin embargo, hay días que la mentada fuerza del destino parece existir y se deja sentir con todo su peso en nuestros hombros. Generalmente son días en que todo está planeado, todo es perfecto, todo resulta armoniosamente ordenado y nada puede salir mal. Entonces, algo fuera de nuestro control sucede, echa todo a perder, voltea las cosas de cabeza y nos cambia completamente el panorama. Esos son los días en que preguntamos ¿por qué hoy? ¿por qué a mí?, claramente, sin poder hallar ni media respuesta convincente. Son esos los días en que daríamos cualquier cosa por tener la habilidad de viajar en el tiempo y cambiar el pasado; de encontrar ese pequeño detalle equivocado que, cual efecto mariposa, modificó todo en una medida casi incomprensible.

Lo más curioso de esos días es que en medio de nuestra frustración/desesperación/decepción/enojo con la vida y las fuerzas malignas del universo, la gente que nos quiere intenta calmarnos diciendo aquella simple frase de “las cosas pasan por algo, tal vez era mejor así”. Pero no, en esos momentos, “así” no puede ser mejor… de ninguna manera, en ningún sentido.

Finalmente, sabemos, llegará la resignación de que, aunque hagamos nuestro propio camino, hay cosas que nuestras manos no controlan y que no queda más que aceptarlo. No obstante, siempre queda la duda sobre si, en alguna forma bizarra que jamás lograremos comprender, las cosas sí fueron mejor “así”… Nunca podremos saber qué hubiera pasado si el destino no hubiera provocado una calamidad tras otra. Las lágrimas dejan de correr en algún momento, la imaginación vuelve a volar y, con suerte, la esperanza regresa a nuestro corazón.


1 comentario:

  1. La sabiduría popular dice: "Cuando Dios dice a fregar, del cielo caen las escobetas" Y sí, así es nena, a veces se nos junta el lavado con el planchado de la vida y todavía la abuela se pone a parir.
    Pero son rachas....nada más.
    Te quiero musho
    Lore (alias tu tía)

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