C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

lunes, 9 de febrero de 2009

Carnaval

En este caminar continuo por el mundo, nos encontramos rodeados de rostros, miradas y sonrisas que se mezclan y relacionan unas con otras, algunas que perduran, otras que se desvanecen al instante. Aunque queramos, no podemos alejarnos de este mundo, hacernos invisibles y no ver a los demás; aunque muchas veces quisiéramos escondernos o desaparecer, estamos imposibilitados a hacerlo y, por lo tanto, obligados a seguir mostrándonos frente al mundo ¿tal como somos? Hoy me topé con dos cosas que me pusieron a pensar: una serie de imágenes del Carnaval de Venecia, con sus máscaras espectaculares que ocultan completamente lo que está debajo; y una canción de los Goo Goo Dolls a la que hacía mucho tiempo no le ponía atención: “and I don’t want the world to see me, ‘cause I don’t think that they’d understand”. En pleno siglo veintiuno, en el mundo de la información, el conocimiento y la supuesta libertad para todos, ¿cuántos de nosotros, verdaderamente, nos mostramos “desnudos” frente al mundo, sin máscaras, poses o mentiras?

Hace no mucho, Pepe me dijo que no podía creer que alguien a los veinte años usara un huipil por convicción… y estoy de acuerdo. Creo que vivimos en un carnaval permanente, donde lo único que nos da seguridad y, a veces, cierto status en la sociedad, es ponernos una máscara encima y creernos el cuento de que somos eso. Y a veces nos lo creemos tanto que llegamos a olvidar lo que somos de verdad; la máscara se nos pega y es imposible de quitar. Y peor aún, podemos llegar al punto de tener más de una máscara; llegar a jugar con tantas facetas de nosotros que dejamos de conocernos y, desde luego, de permitir que el mundo sepa quiénes somos. Y así podemos haber convivido con alguien, como padre, amigo y novio, por más de tres años, y aún no saber quién es realmente.

Supongo que los Goo Goo Dolls tienen razón en eso: no nos mostramos al mundo porque creemos que no nos entenderá, porque tenemos miedo, porque nos sentimos vulnerables, porque nos negamos a dejar ver nuestros defectos y debilidades. Siempre es más fácil ir con la corriente y hacer lo que creemos que quieren que hagamos, vernos como creemos que debemos vernos para ser aceptados, para obtener un puesto, para lograr un sueño, para agradar, para evitar las, de cualquier forma inevitables, críticas, en fin para ser algo que no somos y encajar en ese mundo que, tal parece, tampoco es. Con huipil, rastas, libros que creemos entender, papa en la boca, whisky en mano, discurso de memoria e infinidad de poses, caminamos en un eterno carnaval que no parece tan diferente al de Venecia… y seguimos posando ante un lente invisible que siempre estará ahí para buscar un hueco en la máscara, descubrirnos y juzgarnos.

2 comentarios:

  1. y lo vuelvo a decir: no puedo creer que alguien, a los veinte años, use un huipil por convicción, pero así se maneja la gente y, como dices (al igual que Celia Cruz), la vida es un carnaval. Lo peligroso es cuando aquellas máscaras lastiman... ¡Gran reflexión!

    Felicidades!!
    No te amooooo
    malayito

    ResponderEliminar
  2. Prima, me quité la máscara y ahora soy más amargator, Yes!!! Más ácido y sarcástico. Manny Reloaded

    ResponderEliminar

Visiones compartidas