C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Cuidado con el corazón

Y a ti ¿cuántas veces te han roto el corazón?

El otro día vi por primera vez la película de The Ugly Truth y debo confesar que, de alguna manera, me sentí identificada con el mensaje… con la historia, al menos, porque el mensaje al final no me quedó tan claro. Resulta que (¡vaya novedad!) la idea es que la mujer debe ser sutilmente coqueta, interesantemente misteriosa y confiadamente insegura para atraer la atención de un hombre. El idealismo, el príncipe azul, la lista de requisitos y la completa honestidad parecen quedar completamente fuera si lo que se busca es concluir exitosamente el proceso de conquista. En la película, un verdadero patán, o macho alfa si prefieren, se dedica a coachear a una romántica empedernida al punto de convertirla en la mujer ideal del susodicho al que busca atraer. Sin embargo, al final, como buena comedia romántica, los protagonistas terminan enamorados, cruzando rápidamente la línea que divide el odio del amor (perdón por el spoiler). Lo que me dejó pensando sobre este desenlace es que la actitud del hombre no obedece a otra cosa que a una serie de decepciones amorosas que lo han orillado a, espero no exagerar, dejar de creer en un amor puro, cursi, desinteresado y profundo.

Y de ahí viene mi confusión. Ya no supe si hay que seguir los consejos del macho alfa o mejor mantenernos dentro de nuestra autenticidad y demostrarle a alguien al que han lastimado muchas veces que es posible seguir creyendo en el amor.

Y es que ésa es una conclusión a la que llegué recientemente. ¿Cuando decimos que no nos interesa el compromiso, que no podemos dar lo que la otra persona quiere, que preferimos mantenernos en el terreno de la amistad con derechos, que no creemos en festejar realmente un 14 de febrero, que no queremos atarnos a una sola persona, que la manita sudada y las cartitas ya pasaron de moda, que el amor no es más que un juego de estrategia y que no se trata más que de saber negociar, no será que más bien estamos buscando pretextos para no aceptar que en realidad tenemos miedo? ¿No se trata de un conjunto de poses, máscaras y escudos que adoptamos para intentar protegernos? ¿Son remedios improvisados para intentar sanar un corazón que ya han despedazado algunas veces?

Creo que cualquier persona, cualquier corazón, tiene cicatrices, algunas de las cuales tardan mucho en sanar. Pero, pensemos en otros términos: las rodillas raspadas nunca me impidieron volver a subirme a una bicicleta. No voy a negar que después de una caída sentía algo de miedo antes de volver a tomar el manubrio; pero era un miedo que sólo lograba superar cuando volvía a hacer girar los pedales, sentía el viento golpeándome la cara y re-descubría lo mucho que disfrutaba andar en bicicleta.

Efectivamente, el amor requiere algo de cabeza y, probablemente, algo de estrategia. Incluso el miedo a lo desconocido y a un triste desenlace pueden entrar en la ecuación. Pero, lo principal, lo fundamental, el primer paso, es quitarnos todos esos falsos escudos y lanzarnos a la aventura pues, finalmente, el que no arriesga, no gana.

Entonces, lo siento, me niego a seguir los consejos del macho alfa… y ¿quién sabe? Tal vez sea él quien termine enamorándose de mí y descubriendo que todos los argumentos que me ha dado, mezclados con señales difusas y una insistencia en confundirme cada vez que creo estar segura de haber tomado una decisión, eran sólo una mala estrategia de auto-protección que terminó por volverse en su contra.