C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

viernes, 31 de julio de 2009

Inexplicable

Hace mucho, muchísimo tiempo que traigo en mente dedicar una entrada a mis amigos. He intentado escribirla más de un par de veces, he borrado decenas de párrafos, he decidido en gran cantidad de momentos que “ése” no es “el momento” para escribir tan importante texto… y así, no he podido obsequiar una parte de mí a todos aquellos hermanitos míos que me han mantenido a flote los últimos días, meses, años. Ayer, sin embargo, llegó una idea a mi cabeza, la causa de mi poca creatividad para escribir sobre ellos, la clave que necesitaba para encontrar la inspiración. Es muy simple, tan simple que resulta complejo, profundo, intenso… un golpe en la cabeza.

No puedo escribir sobre mis amigos porque no hay palabras que alcancen, que sirvan siquiera, para describirlos, para hablar sobre nuestra amistad, para expresar lo mucho que los amo o para intentar explicar las formas tan mágicas que tienen para hacerme sentir especial y sacarme, en un segundo, de cualquier pozo negro en el que me encuentre.

Ante semejante hallazgo, no pude más que recordar las palabras, tan célebres ellas, de Ludwig Wittgenstein: “De lo que no se puede hablar es mejor callar.” Pero tampoco creo querer callar. Quiero, necesito, encontrar alguna forma de expresar la magia de esta amistad, la energía positiva que nos envuelve cuando estamos juntos, haciendo cualquier cosa (o haciendo nada). ¿Hay sentimientos que, verdaderamente, van más allá de las palabras? ¿En realidad hay cosas que es preferible no intentar entender o explicar? ¿Qué pasa cuando queremos gritarle al mundo una dicha infinita pero nuestra garganta se rehúsa a encontrar los sonidos indicados? ¿Cómo hacer saber a esas personas especiales que si no les expresamos nuestro cariño constantemente no es porque no queramos sino porque no hemos hallado una manera medianamente satisfactoria de hacerlo?

Con estas preguntas en mente, y mientras sigo buscándoles respuestas, decidí que por el momento sólo expresaré agradecimiento… GRACIAS, simple palabra que, cuando viene del corazón, quizás es atinada (aunque sigue sin parecerme suficiente).

GRACIAS por tenerme en un pedestal y ponerme los ojos vidriosos; por siempre estar ahí cuando te necesito; por los interminables cafés que tomamos de vez en cuando; por ser mi terapeuta para cualquier problema; por tus caras de tragedia y grandes enojos cuando ni yo me lo tomo tan a pecho; por echarme porras y hacerme sentir la mejor mujer del universo.

GRACIAS por habernos permitido fortalecer esta amistad y lograr que superara dos fuertes crisis (at least); por contestar las llamadas de llanto y mentadas de madre y ocupar tu tiempo calmándome; por esas noches de diversión en cualquier antro; por ser quien siempre me dice la verdad y me aterriza de forma suave, antes de que yo me de un madrazo; por ser mi madre, hija, abuela, hermana y todo lo que llegaremos a ser.

GRACIAS por las horas de diversión en la oficina mientras no teníamos nada que hacer; por tenerme la confianza para contarme tus cosas y pedirme consejo; por hacerme reír con tus grandes ocurrencias; por mostrarme tu cariño de una forma muy particular y aguantar mis gritos cuando me desespero; por los abrazos de oso que tanto me fascinan y que en ciertos días necesito desesperadamente.

GRACIAS por estar ahí siempre, aunque nos debiéramos mil correos y aún más cafés; por haber sido mi primera hermanita hace seis años; por los grandes momentos de “naquez” mendigando pases, fotos y autógrafos; por las miles de prendas que comparten nuestros clósets; por aconsejarme que te marque a ti en vez de a “él”; por apoyarme en mis sueños; por la seguridad de que siempre seremos amigas y envejeceremos juntas.

GRACIAS por ponerme apodos que sólo tú usas; por tener una casa que es el refugio perfecto para cada fin de semana; por defenderme cuando un amigo tuyo resulta ser un patán; por que tu hombro queda a la altura perfecta para que recargue mi cabeza; por permitirme dejar el coche en tu casa y llevarme y traerme por la ciudad; por el buen concepto en el que me tiene tu mamá; por ser alguien con el que últimamente me he divertido como hacía mucho tiempo no me divertía.

GRACIAS por ser la persona a la que le puedo contar todo; por apoyar mis loqueras sin dejar de advertir los límites de lo aceptable; por “enseñarme a vestirme”, por se mi compañera en el coche (el tuyo o el mío); por las malas palabras que ya forman parte de nuestro vocabulario y nos han hecho pasar situaciones vergonzosas; por ser una de mis PPG y luego una de mis princesas; por ser tú y dejarme ser yo cuando estamos juntas.

GRACIAS por ser como un hijo más de mi mamá; por haber intercambiado las marcas de cigarros; por habernos demostrado que después de la noche más oscura siempre sale el sol; por ser una reina y reír al respecto; por ser quien nos embellecerá en el futuro; por amenazar de muerte a cierto ruso si se atrevía a lastimarme; por preocuparte por mí, celarme y demostrarme tu cariño, de una forma u otra, en todo momento.

GRACIAS por ser una persona que conocí a causa del cigarro; por las crepas a la orilla del mar, los kebabs en pintoresco jardín y los helados en atiborrado local; por todos los camotes que tanto me han hecho reír; por hacerme ver cuando excedo el nivel de ñoñez de una forma sutil; por muchos viajes, peluches y experiencias que nos convirtieron en hermanas perdidas y no nos dejarán olvidarlo.

lunes, 27 de julio de 2009

Malos sentimientos

En un mundo en el que estamos acostumbrados a decir que amamos todo y odiamos todo, es raro cuando verdaderamente sentimos esos sentimientos y las frases toman un sentido diferente, más real. Dicen que “el odio enferma a quien lo siente”, frase a la que nunca había puesto atención pues, me he dado cuenta, nunca había odiado a algo o alguien, verdaderamente. ¿Qué significa odiar? ¿Cómo se siente? La mera palabra revuelve mi estómago, pues cuando parece que, ahora sí, estamos experimentando el sentimiento no es tan sencillo externarlo. Si decir “te amo” es complicado y requiere mucho valor, creo que decir “te odio” es aún más complejo y requiere de toda la fuerza que podamos encontrar en nosotros… y en los momentos en que sentimos odiar, es difícil encontrar fuerza en el interior.

Vuelvo a preguntar ¿qué es odiar?

Recientemente, por más que he intentado no pensar en ello, no dejar que me afecte, pasar la página, seguir con mi vida y no darle importancia, no he podido sacar completamente de mi mente a un par de personas. Y es que, como suele sucederme en estos casos, cada vez que creo que los he superado y que me vale un cacahuate lo que pase en sus vidas, deciden volver a aparecer en la mía y restregarme en la cara el daño que han causado. Pensar en esos dos me revuelve el estómago y me llena de rabia; resurgen las ganas de golpearlos hasta que me duela la mano, regresa el impulso de insultarlos hasta que ya no haya palabras en mi boca y renace el deseo de hacerles daño. ¿Los odio? El simple hecho de pensarlo me asusta… Nunca había querido odiar a nadie, porque una cosa es decirlo, cuando más bien se trata de que nos desagrada, y otra cosa es sentirlo.

En los sentimientos no se manda, bien lo sabemos. Pero ¿qué pasa cuando nuestro cuerpo se empeña en sentir algo que no queremos sentir, que no tiene caso, que ya no es tiempo de sentir, que no va a beneficiarnos? Los malos sentimientos traen consigo una extraña sensación y no es fácil deshacerse de ellos. Cuando nos sentimos alegres, podemos gritar y reír hasta liberar esa energía; cuando estamos tristes, podemos llorar hasta limpiarnos el dolor. Pero cuando sentimos un gran resentimiento y un aún mayor enojo, no se me ocurre qué hacer para liberarnos de él… ¿alguna sugerencia?