C'est moi



Je veux de l'amour, de la joie, de la bonne humeur... découvrir ma liberté... bienvenue dans ma realité.

lunes, 29 de junio de 2009

Montaña rusa

Ayer me dio por escribir en mi diario. Los que me conocen saben que escribo en algún cuaderno desde que tengo memoria y que suelo hacerlo, sobre todo, cuando tengo muchas cosas rodando en mi cabeza. Más que ser una bitácora personal que atestigüe lo que ocurre cada día de mi vida, se trata de un espacio en el que reflexiono sobre lo que me pasa, las personas que me rodean y la forma en que diversas circunstancias se suceden unas a otras de formas inexplicables. La mayoría de las veces, escribir me ayuda a relajarme y poder poner un poco de orden en mi desorden mental. Lo que escribí ayer empezaba más o menos así:

“Y tal parece que la vida es una montaña rusa en la que hay subidas, bajadas y vueltas que nos emocionan, nos revuelven el estómago, nos voltean de cabeza, nos hacen gritar nos hacen reír y, a veces, nos hacen llorar.”

Cualquier montaña rusa tiene subidas y bajadas que se siguen unas a otras, pues no podría ser de otra forma. La subida sirve para que el carrito pueda salir de la bajada y no se quede atorado en la parte más profunda del juego. Así, a veces con menos velocidad y más trabajo, siempre volvemos a estar en una cima después de estar en un hoyo… y esa cima y la fuerza que hemos agarrado en ella es la que nos permite continuar en el juego. Y la vida ¿es exactamente lo mismo? ¿Siempre hay una cima después de un valle? ¿Cualquier bajada sirve para darnos impulso para volver a subir?

Creo que el estado de ánimo puede ser traicionero y parecerse mucho a una montaña rusa; sin embargo, no siempre podemos sentarnos hasta adelante del carrito y saber qué sigue, si vamos para arriba o vamos para abajo. Por lo general, nos toca estar en algún punto ciego en el que simplemente nos dejamos llevar por el juego y no sabemos exactamente hacia dónde nos dirigiremos en cada momento. Parecería que no nos queda más opción que dejar que este juego mecánico llamado vida nos suba y nos baje a su antojo. Pero siempre nos queda la oportunidad de aprender, tomar vuelo en las subidas y esperar que sirva para salir más rápido de los baches.

Lo que he aprendido últimamente es que si nos damos cuenta de que estamos en un hoyo, podemos estar seguros de que pronto vendrá la cima, algo mejor, algo que nos haga sentir bien y que nos permita mirar desde las alturas aquel bache que dejamos atrás. Y me parece que entre más fuerte sea la bajada, más intensa será la subida; entre más negra se vea una noche, más luz habrá al día siguiente. Y así como una montaña rusa plana no sería digna de ese nombre y menos sería divertida, la vida no es nada sin ese subir y bajar, sin esos momentos de euforia y tristeza que, como diría mi abuelo, resultan “la sal y pimienta” de este caminar nuestro por el mundo… es lo que, finalmente, le da sabor y hace que valga la pena.

martes, 23 de junio de 2009

It's a (really) small world

La semana pasada, en amena plática con mis amigas, recordamos la canción que solíamos cantar en nuestra infancia; no obstante, coincidimos en que ninguna se sabe más allá del coro, hecho que nos hizo notar la que había intentado que una niña de seis años entonara la melodía completa. Cual profecía, esta canción ha rondado mi mente la última semana. Resulta que, en verdad, el mundo es muy pequeño.

Muchas veces he escuchado aquel supuesto de que todas las personas del mundo están interconectadas y que sólo están separadas una de otra por seis personas. Honestamente, no encuentro la forma de que un individuo en Palau y yo estemos separados sólo por seis individuos más; sin embargo, no tengo que ir hasta Palau ni contar a seis personas para verificar que “el mundo es un pañuelo”.

El fin de semana pasado, en medio de una plática casual, terminé haciendo un nuevo amigo al descubrir la cantidad de conocidos que tenemos en común. No es difícil que conozca a aquellas personas que estudian lo mismo que él, en la misma escuela que él. Sin embargo, verdaderamente divertido fue ver que sentimos desprecio hacia la misma persona. Ese hallazgo seguido de un fuerte brindis fue razón suficiente para caernos bien y seguir platicando mucho más tiempo. Cabe decir que, en mi caso, fue la confirmación de que no estoy loca y que no es difícil que aquella conocida en común resulte insoportable ante los ojos de un tercero, quien la conoció en situaciones que no involucraban a un ex novio.

Por otro lado, una de mis mejores amigas está estrenando galán. Estoy convencida, y cada vez más (sobre todo después de mi última experiencia), de que la opinión de los amigos acerca de un galán es importante. Mi nuevo cuñado me cae muy bien; sin embargo, no podía faltar la inspección oficial en aquel mágico, útil y engañoso “libro de las caras”. Mi sorpresa fue que el “cuñis” pertenece a la misma organización que yo y sabría contestarme si empezara a entonar los lullabies que me traen tan buenos recuerdos. Mejor (o peor) aún es que, además de su novia (mi amiga), el portal indicaba que tenemos otra amiga en común… y aquí está el verdadero enredo, de esos que sólo un mundo tan pequeño como este puede producir. La “amiga en común” es la ex novia del cuñado, coordinadora de mi primer viaje en aquella organización y amiga de uno de mis ex novios, quien solía ser muy amigo de mi amiga.

Así las cosas, más nos vale ser buenas personas y cuidar nuestro comportamiento, pues no sabemos cuándo habrá alguien que conozca a otro alguien que nos conozca que pueda meternos en problemas. O, por otra parte, podemos tomar el asunto con filosofía y seguir confirmando que, también, es cierta la frase que dice que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”.

viernes, 12 de junio de 2009

Join my cause

—Señor, ¿tiene usted hijas? ¿hermanas? ¿sobrinas? ¿nietas? Piense por favor en alguna mujer, alguna jovencita a la que usted tenga un mínimo de respeto y cariño. Ahora piense en lo que siente esa mujer cada vez que un viejo rabo verde como usted le lanza miradas lascivas y le dice frases obscenas, tal como usted acaba de hacer conmigo.


Lástima que esas palabras se me ocurrieron un minuto después del insulto y no en el momento preciso. Me hubiera gustado ver la cara del tipejo; ver su expresión cuando una mujer (entre las muchas con las que se ha de topar al día) lo enfrenta y le hace ver lo ofensivo de su actitud. Más me hubiera gustado ver la cara de los otro cinco sujetos con los que se encontraba y poder dejarlo en ridículo frente a ellos. Sé que probablemente me hubiera arriesgado a más insultos, a más miradas; pero también sé que tendría la satisfacción de no haberme quedado callada, de no haber permitido que pisotearan mi dignidad de mujer.

No se vale… No se vale que por traer una falda bonita con unos tacones altos y querer caminar un par de cuadras para ir por un café se tenga que soportar ese tipo de actitudes. Más allá de la ofensa (a la que siempre se pueden prestar oídos sordos) me molesta el sentimiento de impotencia, el tener que poner cara seria y hacer como que no escuchamos, el tener que quedarse callada porque corremos el riesgo de que nos vaya peor si respondemos, el tener que seguir caminando y tragarnos todo el insulto, el coraje y las posibles lágrimas.

Por eso he decidido que la próxima vez abriré la boca y haré que el individuo piense en todas las mujeres que conoce (por lo menos la madre que seguro tiene). Ese tipo de hombres no están acostumbrados a las respuestas; tal como los ladrones, su mejor herramienta es el factor sorpresa. Cuando una mujer está preparada para quitarle su arma principal, es posible que el que se quede sorprendido sea el asqueroso individuo… Y con un poco de mucha suerte, se acordará de esas palabras cada que quiera volver a faltarle al respeto a una mujer.

domingo, 7 de junio de 2009

Wanted

Suele ser curioso cuando redescubrimos alguna parte de nosotros que habíamos olvidado tener. Encontrar una lista de lo que algún día quisimos y ver que muchas son cosas que aún queremos sólo demuestra que eso llamado “esencia”, que se supone permanece en nosotros por más que cambiemos, verdaderamente existe. Este descubrimiento suele ser todavía más impresionante cuando nos encontramos en una etapa en la que intentamos buscar cosas nuevas, experiencias que no hemos vivido y mostrarle una cara nueva al mundo; entonces nos damos cuenta de que habrá cosas de nosotros que nunca van a cambiar, por más que lo intentemos, y que, en realidad, son cosas maravillosas que deberíamos aprovechar.

Dicen que los niños siempre dicen la verdad. Los niños son, creo, unos seres maravillosos y transparentes que nos dejan ver lo bello de la vida hasta en el más pequeño detalle. ¿Por qué perdemos esa magia cuando crecemos? ¿Por qué tantas veces nos esmeramos en no escuchar a ese niño que llevamos dentro? En mi caso, tengo la fortuna de conservar muchísimas pruebas de esa magia y de poder regresar a ella en los momentos en que la necesito. En esos momentos me invade el cuerpo un sentimiento de ternura, pues veo la ingenuidad y los sueños que guiaban mi vida y que he perdido por diversas circunstancias.

El otro día, como suelo hacer un par de veces al año, saqué uno de mis diarios viejos (sí, siempre he tenido y seguiré teniendo un diario… aunque no escriba en él todos los días). En ese cuaderno deshojado, viejo, con una letra espantosa y gran cantidad de anécdotas que me hicieron reír (nuevamente) más de una vez, encontré algo que había desaparecido de mi memoria por completo. Supongo que habrá sido hace aproximadamente 8 o 10 años en que escribí una lista llamada “Cualidades que debe llenar mi niño ideal”. Sé que suena tonto, una simple fantasía de pubertad y, sin embargo, ahora que la releo, creo que sigo buscando a la persona que cumpla aquellos requisitos. Aunque a veces diga que quiero a alguien con dinero, o con un súper coche, o que guste de ir de antro, o lo que sea; muy en el fondo sigo exigiendo ciertas características… las mismas que pedía en mi lista hace algunos años.

Hoy, tal como aquélla niña que fui, sigo buscando una persona que tenga algunos de los siguientes “requisitos”… y creo que no es mucho pedir. Aunque muchas cosas suenen bobas, sé que mi niña interior no me permitirá fijarme en alguien que no demuestre estos rasgos; y he ahí un poco de la magia infantil que, a pesar de todo, aún conservo.

Cualidades que debe llenar mi niño ideal (escrito hace muchos años por una pequeña que, como yo, gustaba de soñar todo el tiempo.)

Físicas:
1. Que tenga ojos bonitos
2. Que sea muy alto

Interiores:
1. Que sea romántico
2. Que me tome en serio
3. Que se lleve bien con mi familia
4. Que me presente a su familia
5. Que se lleve bien con mis amigos
6. Que me presente a sus amigos
7. Que sea súper detallista
8. Que respete lo que hago
9. Que no haga/diga lo que cree que yo quiero que haga/diga
10. Que tenga una súper personalidad
11. Que le encante bailar
12. Que no sea celoso
13. Que no sea peleonero
14. Que se muy caballeroso
15. Que no le importe lo que digan los demás
16. Que me quiera de verdad
17. Que le gusten los animales

Creo que no pido ningún exceso… Sé que está ahí, en algún lado.